DOMINGO V ORDINARIO
(Continuación)
Es tal el gentío que lo sigue por los alrededores del lago de Genesaret, que pide a unos pescadores que lo aparten unas brazas de la orilla, para poder predicar desde la barca a quienes quieren escucharlo (Lc. 5,3).
Al terminar de enseñar a la gente, dice al patrón de la barca, Simón: “Rema más adentro, y echad vuestras redes para la pesca” (Lc. 5,4). Puede parecer una idea ilógica: “…hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada;…” (Lc. 5,5): Si de noche no hemos sido capaces de engañar a los peces para pescarlos, con la luz del día será más fácil que se alejen de nuestras redes,… “…pero, por tu palabra, echaré las redes” (Lc. 5,5). Es el dilema de todo evangelizador, en ocasiones, cuando piensa que es el momento óptimo, “las redes salen vacías del mar” y cuando, menos se lo espera, su testimonio da fruto abundante, hasta “reventarse las redes” (Lc. 5,6), porque a nuestro testimonio hay que añadirle la acción del Espíritu de Dios. Es bueno recordar siempre el consejo de S. Pablo a su discípulo Timoteo: “…proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo,…” (2 Tim. 4,2). Y, para ello, como Simón, fiémonos de la Palabra de Jesús.
La pesca ha sido todo un éxito. Por ello, Simón Pedro, lleno de admiración y de temor reverencial (se siente ante Dios), se lanza al suelo y dice a Jesús: “Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador” (Lc. 5,8): Ante Dios no podemos sentirnos sino pecadores. La experiencia de Dios no nos debe llevar a ver los pecados de los demás, sino a reconocerse cada uno pecador, no merecedor de la gracia de Dios. ¡¡Qué modestia la de Simón Pedro!! ¿Y nosotros, en nuestra relación con Jesús, nos sentimos merecedores de todo o no? Sin embargo, el Señor no se asusta de la indignidad de Simón Pedro,… le capacita, quitándole los miedos, a ser discípulo suyo: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres” (Lc. 5,10). Es un nuevo milagro que, el Señor sigue haciendo continuamente entre nosotros: Como cristianos nos llama y nos da fuerza para ser sus testigos, para ser instrumentos de la salvación de Dios en nuestro mundo. Y refiriéndose a Santiago y Juan, junto a Simón Pedro, dice el evangelista: “…y, dejándolo todo, lo siguieron” (Lc. 5,11): Y nosotros, ¿qué estamos dispuestos “a dejar” por seguir al Señor, por ser sus testigos,…?
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