Santiago el Real

BOLETÍN PARROQUIAL No 142

DAR ESPERANZA EN LA TRISTEZA

Convertiré su tristeza en gozo, los alegraré y aliviaré sus penas” (Jer 31, 13)

Este año pensamos y oramos por aquellas personas que padecen diversas formas de sufrimiento psicológico. 

Este año pensamos y oramos por aquellas personas que padecen diversas formas de sufrimiento psicológico.

“El primer cuidado del que tenemos necesidad en la enfermedad es el de una cercanía llena de compasión y de ternura. Por eso, cuidar al enfermo significa, ante todo, cuidar sus relaciones; todas sus relaciones; con Dios, con los demás —familiares, amigos, personal sanitario—, con la creación y consigo mismo”. Sólo la amistad fiel y la cercanía fraterna pueden ofrecerles el “agua fresca” de la esperanza, que eleva y consuela.

La fe y la oración nos abren a la esperanza que permite no sucumbir ante la tristeza y el, sufrimiento, “hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, como una secreta, pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias”.

Orar con los enfermos y orar por los enfermos. Que puedan constatar que no están solos ni abandonados, ni su vida es inútil, que son los llamados por Cristo, viva y transparente imagen de cada uno de ellos. Como Cristo está delante del rostro de Dios y pide por mí, así cada uno presentamos delante de Dios a los enfermos. Ninguna lágrima, ni de quien sufre ni de quien está a su lado, se pierde delante de Dios. Vosotros, los enfermos, sois los hermanos de Cristo paciente, y con El, si queréis, salváis al mundo”. 

DIGNIDAD INFINITA

Desde Roma, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, nos presenta una Declaración sobre la Dignidad Humana. Vamos a ir presentando los puntos fundamentales para que nos ayuden a reflexionar, en medio de opiniones de todo tipo, y a formar nuestra conciencia.
Todos empleamos la palabra dignidad / indignidad, digna / indigna, con relativa frecuencia, pero hay que diferenciar las expresiones y evitar malentendidos.
“Esta persona es indigna”. Es la dignidad moral. Con esta expresión estamos hablando de personas que, ejerciendo su libertad, llegan a hacer el mal a otros, e incluso en contra de ellas mismas: se comportan de un modo que “no es digno”. Es la dignidad moral la que han perdido con sus acciones.
“Esta persona está viviendo en condiciones indignas”. Es la dignidad social. Son las condiciones en las que vive una persona. Por ejemplo, alguien que vive en la pobreza extrema, sin condiciones mínimas. Es la dignidad social la que les falta, pero no pierde su dignidad primera.
“Su vida es tan terrible que no vive dignamente”. Es la dignidad existencial. Esta dignidad puede fallar. Es el caso de personas que viven situaciones difíciles: viven difícilmente sin paz, ni alegría, ni esperanza; o atraviesan graves enfermedades, adicciones, o situaciones familiares violentas… Es la dignidad existencial la que falla, pero no pierden su dignidad primera.
“Toda persona es digna y posee su dignidad por encima de todo”. Esta es la GRAN DIGNIDAD DE LA PERSONA (dignidad ontológica): es aquella que tiene la persona como tal por el mero hecho de existir y haber sido querida, creada y amada por Dios. Esta dignidad no puede nunca ser eliminada y permanece válida por encima de cualquier circunstancia o juicio..

EL EVANGELIO DEL DOMINGO

Hoy celebramos el último domingo antes de las solemnidades de la Ascensión y Pentecostés, que cierran la Pascua. Si a lo largo de estos domingos Jesús resucitado se nos ha manifestado como el Buen Pastor y la vid a quien hay que estar unido como los sarmientos, hoy nos abre de par en par su Corazón.

Naturalmente, en su Corazón sólo encontramos amor. Aquello que constituye el misterio más profundo de Dios es que es Amor. Todo lo que ha hecho desde la creación hasta la redención es por amor. Todo lo que espera de nosotros como respuesta a su acción es amor. Por esto, sus palabras resuenan hoy: «Permaneced en mi amor» (Jn 15,9). El amor pide reciprocidad, es como un diálogo que nos hace corresponder con un amor creciente a su amor primero.

Un fruto del amor es la alegría: «Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros» (Jn 15,11). Si nuestra vida no refleja la alegría de creer, si nos dejamos ahogar por las contrariedades sin ver que el Señor también está ahí presente y nos consuela, es porque no hemos conocido suficientemente a Jesús.

Dios siempre tiene la iniciativa. Nos lo dice expresamente al afirmar que «yo os he elegido» (Jn 15,16). Nosotros sentimos la tentación de pensar que hemos escogido, pero no hemos hecho nada más que responder a una llamada. Nos ha escogido gratuitamente para ser amigos: «No os llamo ya siervos (…); a vosotros os he llamado amigos» (Jn 15,15).

En los comienzos, Dios habla con Adán como un amigo habla con su amigo. Cristo, nuevo Adán, nos ha recuperado no solamente la amistad de antes, sino la intimidad con Dios, ya que Dios es Amor.

Todo se resume en esta palabra: “amar”. Nos lo recuerda san Agustín: «El Maestro bueno nos recomienda tan frecuentemente la caridad como el único mandamiento posible. Sin la caridad todas las otras buenas cualidades no sirven de nada. La caridad, en efecto, conduce al hombre necesariamente a todas las otras virtudes que lo hacen bueno».

ACTIVIDADES DE LA SEMANA

(Todos los días a las 18,30, Santo Rosario en la Capilla del Cristo)