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CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO

(Continuación)

Ante el anuncio del ángel, “…María se levantó y se puso en camino de prisa…” (Lc. 1,39): Son más de 130 km. de distancia lo que separa Nazaret de Ain Karim. Pero, lo importante en este caso es la reacción de María, que sale de prisa a ver a su pariente que ha concebido en su vejez. El verdadero encuentro con Dios nos tiene que empujar a todos a encontrarnos con el prójimo necesitado de nuestra ayuda.

​El saludo de María provoca en Isabel dos reacciones: “…saltó la criatura en su vientre” (Lc. 1,41): Recordemos que Juan el Bautista es el niño gestado en el vientre de Isabel; y recordemos que Juan el Bautista es “la voz” que grita en el desierto (Lc. 3,4); mientras que Jesús, el niño del seno de María, es “el Verbo”, la Palabra activa. La voz sin palabra es un sonido tosco, vacío, sin sentido,… La palabra sin voz es silencio,… ¿Y nuestra “voz” es de la Palabra? ¿Qué transmitimos en nuestras conversaciones,… la Palabra de Jesús,… nuestras “voces” sin sentido? Y “Se llenó Isabel del Espíritu Santo…” (Lc. 1,41), como nosotros el día de nuestro Bautismo.

​Y lo primero que dice aquella que se llena del Espíritu Santo es: “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!” (Lc. 1,42): María es una mujer de Dios, por eso es “bendita”; a ti y a mí también Dios nos pone estos adjetivos. ¿Y nosotros, qué adjetivos utilizamos para hablar del prójimo? ¿Qué podrá decir el prójimo de nosotros, de nuestro modo de actuar, de relacionarnos con los demás,…? ¿Nos llamará “benditos”?

​Es importante en la escena el papel que juega “el vientre”, “el seno” de María y de Isabel (Lc. 1,41.42.44): Es en lo más profundo del ser de María e Isabel donde Dios actúa; Dios siempre hasta lo más íntimo de nuestro ser, para que lo exterioricemos en nuestras palabras, de nuestras obras,… ¿Permitimos que Dios actúe desde lo más interior y genuino de nuestro ser o lo situamos en la epidermis para que no alcance nuestro “seno”?

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TERCER DOMINGO DE ADVIENTO

(Continuación)

En una sociedad de corte oligárquico, el pueblo llano, que no tenía la fuerza de un escrutinio democrático, que únicamente se temía de él un levantamiento revolucionario,… su palabra tampoco valía de nada. Los publicanos o recaudadores de impuestos eran considerados pecadores públicos (Mt. 9,11), porque colaboraban con lo recaudado con el imperio romano, porque siempre tenían la posibilidad de robar de lo ingresado,… Y los soldados eran extranjeros (luego, ajenos a la fe de los judíos), además, estaban ocupando su tierra (eran un poder invasor),… Quienes atienden a Juan el Bautista y preguntan “¿Entonces, qué tenemos que hacer?” (Lc. 3,10.12.14),… no son personas que tengan valor para los mandatarios de aquella tierra.

​La respuesta que ofrece Juan a cada uno de los grupos es sencilla y habla de una sincera preocupación por los demás: A la gente le dice que sepa asistir, compartiendo lo suyo, a los más necesitados (Lc. 3,11); a los recaudadores les pide honestidad en los negocios (Lc. 3,13) y a los soldados, la equidad a la hora de aplicar la justicia (Lc. 3,14). En este camino de conversión que es el Adviento, para que Dios renazca en tu vida, pregúntate: ¿Entonces, qué tengo que hacer? ¿Qué cambios positivos debo dar a mi vida? Y permite que el Señor te responda y acepta su respuesta. 

La escena avanza sobre otra pregunta que se hace el pueblo: ¿Será Juan el Mesías? (Lc. 3,15) ¿Será Juan quien nos salve? Entonces, el Evangelio, nos lo aclara por medio del testimonio de Juan el Bautista (Lc. 3,16-17), quien anuncia la presencia de Jesús entre nosotros. Habla de un “Bautismo de Espíritu Santo y fuego” (Lc. 3,16), informándonos de los hechos del futuro Pentecostés (Hech. 2,1-11). La imagen del “…bieldo que avena su parva…” (Lc. 3,17), se refiere a la tarea labradora realizada en la era de separar el trigo de la paja para, posteriormente, dejar el terreno limpio. ¿Cómo está la “era” de nuestra vida? ¿La hemos ordenado llevando “el trigo” de nuestras buenas obras al “granero” de nuestro corazón y eliminando la “paja” de nuestro pecado? ¿Hemos permitido al Señor que “queme” la paja de nuestras infidelidades?

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PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO

(Continuación)

La actualidad, con todas sus circunstancias, favorables o perjudiciales, es tiempo del Adviento, en el que el Señor se hace presente en los sacramentos, en la Palabra de Dios, en el corazón del creyente que ora, en el trabajo realizado honradamente, en el prójimo, en las situaciones más adversas,…

El texto del Evangelio proclamado hoy (Lc. 21,25-28.34-36), del discurso escatológico de Jesús, nos es familiar en alguna de sus expresiones, pues lo meditábamos hace quince días en la versión de S. Marcos.

​En la primera parte de hoy (Lc. 21,25-28), además de destacar al Dios todopoderoso que realiza signos en los astros y provoca maremotos, es importante resaltar las reacciones de las personas: “…angustia de las gentes, perplejas… desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad…” (Lc. 21,25.26). Junto a las reacciones humanas y como contrapunto, un anuncio que les (nos) debe llenar de ánimo, de esperanza,… “Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación” (Lc. 21,27-28). ¡¡Y tanto que Dios hará tambalear los astros y realizará maremotos!! ¿Acaso no nos cuesta cumplir siempre su voluntad y produce terremotos en nuestro corazón? ¿Nos es fácil descubrir a Dios presente en todos los momentos y circunstancias de nuestra vida? Pero, debemos tener la esperanza que Jesús, en quien creemos, sea misericordioso con todos. ¿Vivimos la virtud de la esperanza? ¿Somos esperanza para los demás? ¿Qué crees que esperan los demás de ti?

​Resumiendo: Podemos contemplar estos signos maravillosos de dos formas diferentes: Con miedo (de ahí, la angustia, la ansiedad,…) o como personas de fe que, sin infravalorar el mal, “levantan la cabeza” y abren el corazón a la esperanza porque está seguro de la salvación.

​En la segunda parte del texto (Lc. 21,34-36), los discípulos de Jesús vemos que su segunda venida no va a ser inminente,… no va a suceder mañana,… Mientras llega, ¿qué debemos hacer los cristianos? El Señor nos invita a estar vigilantes, alerta,… Que las diferentes ocupaciones de la vida, no únicamente las placenteras e inmorales, también los afanes de nuestra vida,… no emboten nuestro corazón y apaguen la esperanza. El Señor vendrá glorioso, nunca debemos perder de vista esta verdad. Rezemos, “…pidiendo…” (Lc. 21,36) que nos encuentre realizando obras de amor, porque somos personas de fe y de esperanza.

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SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO

(Continuación)

El fragmento que escuchamos hoy comienza con una pregunta del gobernador: “¿Eres tú el rey de los judíos?” (Jn. 18,33b). A lo que el Señor responde: “Mi reino no es de este mundo” (Jn. 18,36). Tal afirmación no significará, como algunos han interpretado erróneamente, que Jesús prohíbe a sus discípulos el intervenir en asuntos mundanos,… Ciertamente, el Reino de Dios no es de este mundo, en cuanto que no participa del sistema de injusticias y corruptelas de los gobiernos, sin embargo, el proyecto de Jesús está destinado a estar en este mundo, a transformar las personas y las estructuras. ¿Participamos en las plataformas socio-políticas trabajando porque haya más justicia, más libertad, más fraternidad, un bienestar para todos,… en este mundo globalizado? Unos momentos antes Pilato preguntaba a Jesús, “…¿qué has hecho?” (Jn. 18,35); hoy nos lo pregunta el Señor: ¿Qué has hecho por el Reino de Dios?

​Y sigue Pilato preguntando: “Entonces, ¿tú eres rey?” (Jn. 18,37). ¿Es Jesús el “rey” de mi vida? ¿Es Jesús quien reina en mi corazón? ¿Es Jesús quien guía mis acciones, mis pensamientos, mis palabras,…? A lo que Jesús responde: “Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad” (Jn. 18,37). “Yo para esto he nacido…” Recuerda cómo aquellas Magos de Oriente preguntaban por un “rey” recién nacido (Mt. 2,2). Comienza a reinar en un pesebre y reina definitivamente desde la Cruz. La “verdad” y “el dar testimonio de ella” es un término amplio que no únicamente se refiere a la dimensión intelectual, sino abarca actitudes como la fidelidad, la rectitud, la sinceridad, la justicia,… el vivir la realidad tal y como es querida por Dios. ¿Vivo mi relación con Dios y con el prójimo desde “la verdad” de Jesús? Ha acabado diciéndonoslo: “Todo el que es de la verdad escucha mi voz” (Jn. 18,37).

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DOMINGO 33º DEL TIEMPO ORDINARIO

(Continuación)

Todo ha comenzado cuando el Señor ha anunciado la destrucción del templo y los discípulos, pensando que si el templo desaparecerá es porque “el Reino de Dios” se va a implantar en este mundo, y preguntan: “…Dinos, ¿cuándo sucederán estas cosas?, ¿y cuál será el signo de que todo esto está para cumplirse?” (Mc. 13,1-4). La referencia que hace Jesús al cataclismo cósmico: “…el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán” (Mc. 13,24-25): El sol, la luna, las estrellas,… son las imágenes de las divinidades paganas de aquella época. Se nos dice que desaparecerán; también llegará el momento que nuestros propios ídolos “pasarán”, se acabarán.

Anteriormente, nos ha hablado de una “…gran angustia,…” (Mc. 13,24): El discípulo de Jesús en muchas ocasiones se siente incomprendido, menospreciado,… incluso, señalado y perseguido,… hasta el miedo y la tribulación. ¿Has sentido en alguna ocasión incomprensión, burlas, persecución,… por tu fe? ¿Has sido capaz de rezar por aquellos que no han aceptado tu testimonio? Y añade: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mc. 13,31): Y hemos visto doctrinas, enseñanzas, argumentos contrarios a nuestra fe que han sucumbido. Una afirmación de Jesús que nos debe hacer crecer en la fe y en la esperanza.

Momentos antes, recordando lo dicho por el profeta Daniel (Dan. 7,13 ss.), describe el Señor esa llegada definitiva del Señor: “Entonces verán venir al Hijo del hombre…” (Mc. 13,26-27) y añade la parábola de la higuera con su escueta explicación (Mc. 13,28-29). “…él está cerca,…” (Mc. 13,29): Él está presente entre nosotros, está en los sacramentos, está en su Palabra proclamada y meditada, está en el Sagrario, está en las tareas cotidianas y en los avatares de la vida, está en el prójimo,… está actuando y salvando,… ¿Siento esta presencia del Señor?

Y terminaba diciéndonos: “En cuento al día y la hora, nadie lo conoce,… solo el Padre” (Mc. 13,32): Nadie sabemos ni cuándo ni cómo será el final de la historia, pero sí sabemos que un día la historia de este mundo se acabará para cada uno de nosotros,… nuestra muerte. No quiero referirme aquí tanto al vivir para el bien morir, como al vivir con intensidad, con gozo, con responsabilidad,… como buenos cristianos. Pidámosle a Dios que nos ayude a hacerlo.

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32º DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

(Continuación)

Jesús, por su parte, no se fija simplemente en las humildes ropas de una “viuda pobre”, sino en lo que hace (Mc. 12,42). En la época de Jesús ser “viuda” y “pobre” era lo mismo. Las mujeres vivían de lo que ganaban los maridos, luego, en el caso de la mujer, la soltería o la viudedad eran sinónimo de “pobreza”.

​Las ofrendas de dinero se hacían directamente al sacerdote que lo depositaba en alguna de las trece alcancías del templo, en la “cámara del tesoro del templo”, según la intención del donante,… Entre las diferentes huchas, había una que era para las “ofrendas libres”, allí iban las donaciones ofrecidas a Dios. Es, por ello, que Jesús sabe qué cantidad de dinero ha dado y para quién (Mc. 12,42). La diferencia de lo que da la mujer a lo que dan los ricos (Mc. 12,41), es que estos últimos dan de lo que les sobra (Mc. 12,43), siempre tienen una reserva para vivir,… Sin embargo, la viuda “…ha echado todo lo que tenía para vivir” (Mc. 12,44). Seguramente, ha aprendido de los mismos escribas y sacerdotes esta práctica, como símbolo de entrega a Dios “con todas sus fuerzas” (como nos recordaba Jesús el pasado Domingo: Mc. 12,30), sin reservas,… y quien es capaz de hacerlo así a Dios, lo hará de igual modo al hermano, especialmente al más necesitado. La generosidad no depende de las cantidades que se dan, sino con qué corazón se da.

​De nuevo, dos formas diferentes de ser y una invitación a elegir: ¿Con quién me identifico, con los personajes ricos, que dan de lo que les sobra, o con la “viuda pobre”, que “hecha todo lo que tenía para vivir”? ¿Cuál de las dos formas de ser me estimulan a vivir como cristiano?

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LA SANTIDAD UNA LLAMADA PARA TODOS

(Continuación)

Celebramos, por tanto, la fiesta de la santidad. Los Santos, subrayó el Papa en la primera Fiesta de Todos los Santos que celebró como Pontífice, el 1 de noviembre de 2013, son “los amigos de Dios”, porque en su vida “vivieron en profunda comunión con Dios. Por lo tanto, los santos “no son superhéroes, ni nacieron perfectos”, son como nosotros, como todos nosotros, han vivido “una vida normal”, pero han conocido el amor de Dios y lo han seguido incondicionalmente, sin límites ni hipocresías.

​¿Cómo podemos reconocer esta Santidad? “Los santos -responde el Papa- son hombres y mujeres que tienen alegría en sus corazones y la transmiten a los demás”. La alegría, por lo tanto, es un sello distintivo de los santos, a diferencia de esa “cara de funeral” que, como dice el Obispo de Roma muchas veces, tienen algunos cristianos que no viven bien su fe. Todos los cristianos están llamados a la santidad, nadie está excluido.

​Por otra parte, el papa Francisco pone en guardia sobre la idea de que ser santo no es poner “cara de estampita”. Es algo mucho más profundo y está alimentado por gestos, “muchos pequeños pasos”, que todos pueden hacer. Pero si hay algo que caracteriza a los santos es que son realmente felices. Han encontrado el secreto de esa felicidad auténtica, que anida en el fondo del alma y que tiene su fuente en el amor de Dios. Por eso, a los santos se les llama bienaventurados. Las bienaventuranzas son su camino, su meta hacia la patria. Las bienaventuranzas son el camino de vida que el Señor nos enseña, para que sigamos sus pasos.

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30º DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

(Continuación)

Es necesario que pensemos, llegados a este punto, ¿cuántas personas hay que necesitan de ti y de mí, que necesitan salir de sus situaciones negativas y son incapaces de hacerlo ellos solos, por ello, han fracasado, se han frustrado,… y no pueden alcanzar una vida digna, como la tuya, como la mía,…? Es más, a más de uno al pasar a nuestro lado, lo excluimos, lo “echamos” fuera del “camino”,… Hablo de los que sufren la mendicidad, o la migración, o son refugiados, o excarcelados,… deficientes físicos, psíquicos, enfermos,… Dicen que el ciego Bartimeo habla de la ceguera de los discípulos que buscan “los primeros puestos” (Mc. 10,35-46, que recordábamos el pasado Domingo) y no entienden que su vocación es “servir”.

​Bartimeo llama con insistencia al Señor, sin cansarse,… confiando que únicamente Jesús lo sacará de su ceguera y de su miseria: “Hijo de David, ten compasión de mí” (Mc. 10,47-48): Es la oración sincera, angustiada,… que en más de una ocasión hemos podido hacer al Señor. Que nadie silencie nuestra oración (Mc. 10,48), sea alabando a Dios, sea pidiéndole aquello que tanto necesitamos, sea dándole gracias,… “…ten compasión de mí” (Mc. 10,47-48): Y Jesús tuvo misericordia de Él, porque para Jesús lo importante son las personas, en sus sufrimientos y en sus alegrías,…

​Y el Señor lo manda llamar: “Llamadlo” (Mc. 10,49): ¿Nos damos cuenta que, del mismo modo que podemos hacer que haya gente que se aleje de Jesús, podemos hacer que se acerquen a Él? No únicamente entonces, en Jericó, también hoy el Señor nos invita a llamar a esos otros a encontrarse con Él.

​“Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús” (Mc. 10,50): A aquel rico que quería saber cómo alcanzar la vida eterna, Jesús le pidió que lo dejara todo y le siguiera (Mt. 10,17-23); este ciego quedó desnudo, tal vez, también abandonó el bordón que le guiaba,… para acercarse a Jesús. ¡¡Todo un buen ejemplo para ser discípulo del Señor!!

​“¿Qué quieres que te haga?” (Mc. 10,51): La misma pregunta y disposición que tuvo el pasado Domingo con Santiago y Juan (Mc. 10,36). Siempre dispuesto a realizar lo que más nos conviene en nuestro caminar por este mundo y hacia la vida eterna.

“El ciego le contestó: Rabunni, que recobre la vista” (Mc. 10,51): ¡¡Que pueda entender y vivir tu mensaje de salvación!! ¡¡Que pueda seguirte como fiel discípulo!! ¿Nos damos cuenta cómo estamos “ciegos” de pesimismo, de creer en vanas ilusiones, de egoísmos, de malas voluntades,…? ¿Dónde está la fe, la ilusión de vivir como buen cristiano, el optimismo, la fraternidad, la generosidad,…?

​“Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino” (Mc. 10,52): La compasión del Hijo de David junto a la fe de aquel que así lo confesó realizan el milagro. Un milagro con muchos frutos,… el ciego recobra la vista y es para seguir a Jesús.

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DOMINGO 29º DEL TIEMPO ORDINARIO

(Continuación)

“Maestro, queremos que nos hagas lo que te vamos a pedir” (Mc. 10,35); como si nunca lo hubiera hecho, es más, el Señor “hace” no solo “lo que le pedimos”, sino “lo que debiéramos pedirle”, y lo demuestra respondiendo: “¿Qué queréis que haga por vosotros?” (Mc. 10,36). Y entonces se descubren sus pretensiones, sus anhelos: “Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y el otro a tu izquierda” (Mc. 10,37). Aquellos discípulos no saben que “la gloria terrena” de Jesús es su Cruz, de ahí, la pregunta que se les dirige: “…¿podéis beber el cáliz que yo he de beber,…?” (Mc. 10,38). La respuesta de los dos hermanos es afirmativa (Mc. 10,39), aunque es posible que no sepan lo que están respondiendo. ¿En nuestra oración, en nuestra vida sacramental,… escuchamos a Jesús o únicamente queremos que Él nos escuche?

Lo peor del caso es que, la ambición de Santiago y S. Juan, es también la de sus discípulos; la “indignación” de éstos (Mc. 10,41) es porque tienen las mismas aspiraciones que aquellos. ¿A qué aspiro en mi vida cristiana?
 

Por ello, Jesús debe volver a instruirlos: “El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos” (Mc. 10,43-44): Las autoridades civiles de entonces tenían la misma patología,… dominaban, esclavizaban,… (Mc. 10,42). Sin embargo, en el grupo de los creyentes, entre los discípulos de Cristo,… sabiendo que Dios es amor y nos trata a cada uno con el amor que necesitamos; sabiendo que Jesús nos ama hasta dar la vida por todos,… el modelo a seguir es el mismo Jesús, que “…no ha venido a ser servido, sino a servir…” (Mc. 10,45) y “servir” hasta “…dar la vida…” (Mc. 10,45). ¿Es Jesús nuestro modelo? ¿Concedo tiempo, espacio, dedicación, amor,… al prójimo, especialmente al que más necesita del amor de Dios?

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