DOMINGO DE PENTECOSTÉS
(continuación)
Están íntimamente unidos el envío de Jesús por Dios Padre y la misión de los discípulos, por parte de Jesús: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo” (Jn. 20,21): Ya no es únicamente Jesús quien envía a sus discípulos, es también un envío de Dios Padre. Y ya no es únicamente un envío a los Once, que están en la escena, sino que se abre la misión y el don del Espíritu, a todos los creyentes, a quienes creen que Dios Padre envió a su Hijo para salvar el mundo, a quienes creen que Jesús es el Salvador del mundo. Y la misión que deben realizar aquellos Once, junto a todos los creyentes de la historia, es la misma misión de Jesús. Deben ser “luz del mundo”, como es el Señor (Jn. 8,12), sabiendo que muchos se abrirán a la fe y muchos otros, obstinados por su pecado, rechazarán el testimonio de los discípulos. ¿Te has planteado alguna vez el protagonismo que tienes para Dios y para la humanidad en esta historia de la salvación que tiene diseñada Dios para ti y para todos los hombres?
“Y, dicho esto, sopló sobre ellos…” (Jn. 20,22): Del mismo modo que al comienzo de la creación insufló sobre la nariz de Adán aliento de vida, “…y el hombre se convirtió en ser vivo” (Gen. 2,7), ahora “sopla” sobre los Once su Espíritu. Se diría que quiere realizar en ellos una “nueva creación” y, con este soplo, tal y como predice el profeta Ezequiel, les da la plenitud de la vida (Ez. 37,1-14). “Recibid el Espíritu Santo, a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos” (Jn. 20,22-23): El primer fruto de este “nueva creación”, de esta recepción del Espíritu de Jesús Resucitado,… es el perdón. ¿Vives perdonando al otro,… pidiendo perdón al prójimo,… a Dios,…?, ¿Te sientes impulsado a la misión y capacitado por el Espíritu del Señor Resucitado para llevarla a cabo?
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HAZ MEMORIA
Laicos – La alegría de ser cristianos
(continuación)
La vida del fiel laico tiene como objetivo conocer y dar a conocer la radical novedad cristiana que tiene su origen en el Bautismo. Los laicos contribuyen a la misión de la Iglesia por su participación activa en la liturgia, en el anuncio de la Palabra de Dios y en la catequesis. Pero también, de manera especial, haciendo presente a Cristo en las realidades ordinarias: su lugar es el mundo profesional, social, económico, cultural y político.
Pensando en los fieles laicos, el Papa Francisco invita a toda la Iglesia a un “soñar juntos” que se convierte en misión especial que impulsa a descubrir la riqueza del laicado en la vida del Pueblo de Dios: “He ahí un hermoso secreto para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente. (…) Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos!“.
El momento del laicado tiene una celebración especial en Pentecostés. El día en que se recuerda el envío del Espíritu Santo sobre los apóstoles y María que transformó la Iglesia naciente, de una pequeña comunidad cerrada por miedo a los judíos en un pueblo de Dios llamada a anunciar, celebrar y vivificar la vida del mundo. El sueño del que habla el Papa es el de un renovado Pentecostés, no es un sueño nuestro, sino el de Dios para nosotros, para la Iglesia que peregrina en España. Se trata de sueños que se refieren al interior de la Iglesia y hacia el mundo en que vivimos.
La vida de los fieles laicos no separa la fe y la vida. La acogida del Evangelio no está separada de la acción en las diversas realidades temporales y terrenas. De hecho, las nuevas situaciones, eclesiales y sociales, económicas, políticas y culturales, reclaman hoy, con fuerza muy particular, la acción de los fieles laicos que son corresponsables junto con los ministros ordenados y con los religiosos y las religiosas, de la misión de la Iglesia.
Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de profundización en la vida de fe, debe vivir como un agente evangelizador. Es importante salir de un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel fuera solo receptivo de sus acciones. El pueblo de Dios en salida implica un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados. Una Iglesia en la que los laicos no son “actores de reparto” o secundarios, sino protagonistas, junto con los pastores y la vida religiosa, en la misión de anunciar el Evangelio de Jesucristo.
El Papa Francisco invita también a un trabajo en sinodalidad que nos debe llevar también a vivir la comunión entre todos los que forman parte de la Iglesia: las diócesis, los movimientos y asociaciones, las parroquias, las formas diversas de consagración. El sueño de una Iglesia sinodal se traduce en una Iglesia en salida, del acompañamiento, de la fraternidad. Una Iglesia que busca crear puentes de diálogo, de encuentro con los que son y piensan diferente a nosotros, frente a una cultura del enfrentamiento, del descarte. Su alimento cotidiano lo encontramos en la eucaristía. En torno a ella se reúne y de ella se alimenta el entero Pueblo de Dios.
Los fieles laicos son invitados a trabajar en la Iglesia y con la Iglesia para ser servidores de un proyecto de fraternidad para toda la humanidad, y ser testigos de una esperanza nueva, que tiene su punto de partida en la radical dignidad de todo ser humano. De tal manera que reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos un deseo universal de hermandad que permita encontrarnos en el mismo pueblo de Dios.
Así podemos centrar nuestra atención en realidades y causas de nuestro mundo tan significativas como el anhelo de hacer efectivo el destino universal de los bienes ante tantas desigualdades y tanta exclusión; de acoger el anhelo de una vida digna de tantas personas migrantes; de la defensa de la dignidad del trabajo y del trabajo digno, tan esencial para la vida digna de personas, familias y sociedades, ante tanta precariedad y pobreza en el mundo del trabajo; de la igualdad entre hombres y mujeres frente a tantas injusticia de que son víctimas tantas mujeres; del cuidado de las personas y de la fragilidad ante tanto descuido de la vida; del anhelo de una ecología integral ante la profunda crisis ecosocial que padecemos, etc
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