Contenido del Boletín 22

DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA

(Continuación)

En la escena, además, aparecen dos personajes que, guiados por el Espíritu (Lc. 2,27), acuden al templo: Simeón y Ana.
El anciano Simeón representa al pueblo de Dios, que espera el cumplimiento de las promesas de Dios, y reconoce en el Niño al Mesías esperado. Debemos pensar que hoy son necesarios muchos Simeón, testigos que señalen al Hijo de Dios Salvador presente en nuestro mundo. El cántico del anciano (Lc. 2,29-32) nos habla de un Dios que salva, ilumina y da sentido a una vida abierta al futuro. Es el cántico que cada noche hace la Iglesia, porque en ese día que Dios nos ha regalado, ha contemplado a Jesús presente y salvando nuestra historia: “Porque mis ojos han visto a tu Salvador,…” (Lc. 1,30).

La profetisa Ana nos recuerda que cuando las profecías habían sido silenciadas desde hace siglos, ella, una mujer, una voz que no se valoraba entonces en Israel, comienza a proclamar cosas nuevas de este Niño: “…alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel” (Lc. 2,38). Hoy también son muy necesarias voces proféticas que hablen del amor y de la bondad de Dios.
Y finaliza la escena narrándonos: “…se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él” (Lc. 2,39-40). Como cualquiera de nosotros, desde nuestra más tierna infancia. Y, si la gracia ha estado y está con nosotros, es porque tuvimos la suerte de tener unos padres que nos educaron como cristianos.

Desde este Evangelio (Lc. 2,22-40) quiero dar las gracias a todos aquellos padres de familia que traéis a vuestros hijos a bautizar, o los traéis a presentarlo a la Virgen de la Esperanza, o venís cada Domingo con ellos a la Eucaristía. No os preocupéis,… no molestan. Ellos están con Dios jugando (así les gusta estar con todo el mundo); ellos rezan con sus gritos estentóreos o con su sueño profundo. Espero que vuestro esfuerzo por hacerlos presentes en la Parroquia en su infancia, sea recompensado, siendo ellos mismos los que acudan a la Eucaristía en su adultez.

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FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA

(Continuación)

Muchos de nuestros abuelos, desde la atalaya de su experiencia, habiendo superado muchos contratiempos, han descubierto vitalmente que no merece la pena atesorar tesoros en la tierra, «donde la polilla y la carcoma los roen», y se han esforzado por hacerse un «tesoro en el cielo» (cf. Mt 6, 19-21). Por eso, ellos, que son la memoria viva de la familia, tienen la trascendental misión de transmitir el patrimonio de la fe a los jóvenes. Agradecemos la labor silenciosa que llevan a cabo al enseñar a los más pequeños de la casa las oraciones y las verdades elementales del credo.

Nos dará mucha luz considerar la pandemia del coronavirus como un tiempo de prueba. Un tiempo en el que se ponen a prueba nuestras convicciones y la profundidad de las mismas, un tiempo en el que muchas de nuestras seguridades se desmoronan y en el que estamos llamados a dar una respuesta. Con admiración contemplamos la entrega heroica de tantos profesionales y voluntarios que desde el ámbito civil y desde su compromiso de fe se han desgastado por atender a los más golpeados por esta crisis sanitaria. 

Entre estas víctimas ocupan un lugar privilegiado nuestros mayores. Aprendamos esta lección de la historia, ya que «en una civilización en la que no hay sitio para los ancianos o se los descarta porque crean problemas, esta civilización lleva consigo el virus de la muerte». De manera especial, esmeremos nuestros cuidados por los ancianos que están enfermos, sin olvidar que el enfermo que se siente rodeado de una presencia amorosa, humana y cristiana, supera toda forma de depresión y no cae en la angustia de quien, en cambio, se siente solo y abandonado a su destino de sufrimiento y de muerte.

Muchos de nuestros mayores, en la plenitud de su vida, elevan su mirada a la trascendencia, sabiendo discernir lo importante y prescindir de lo pasajero. Esta mirada suya es imprescindible en medio de esta sociedad que muchas veces se aferra a lo temporal y olvida nuestra condición de peregrinos en esta tierra que encaminan sus pasos a la eternidad. No dejemos de educar para la muerte, que está en la esencia del ser; para la vejez, que forma parte de la existencia; para el sufrimiento y la dependencia, frente a la idolatrada autonomía, que nos ayudan a sentir la filiación y la humildad, y nos sitúan frente a Dios.

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BALANCE DE LA FIESTA DE LA VIRGEN DE LA ESPERANZA

(continuación)

No era conveniente que en la novena hubiera mucho movimiento de sacerdotes que venían a celebrar la Eucaristía, así que optamos por coger a un sacerdote de la casa, D. Ignacio Insausti que lo hizo muy bien. La asistencia de fieles cada día fue abundante. Para hacernos presentes en las parroquias de la ciudad les propusimos que podíamos llevar una copia de la imagen de la Esperanza para una celebración en su iglesia. Hubo bastantes parroquias que aceptaron la oferta y fuimos llevando la imagen y rezando a la Virgen con las parroquias de la ciudad.

Ya comentamos en el Boletín anterior la buena acogida que tuvo en los colegios la propuesta de la Cofradía de hacer murales y flores para adornar la Virgen. Pensamos que este año los niños han rezado a la Esperanza más incluso que toros años.

Otro momento complicado era la celebración del día 18 con todos los problemas de limitación de aforo y medidas de higiene que teníamos que cumplir con todo detalle. Todo resultó muy bien, lamentamos que en la misa de las 12 y la de las 19,30 hubo mucha gente que no pudo entrar, pero sin que hubiera protestas ni quejas, todos entendían la situación. También fue un acierto ampliar el horario de misas, en todas hubo muchos fieles.

Momento importante en ese día fue la procesión final. Se hizo con mucha solemnidad y devoción sin salirnos en ningún momento de las normas. Fue muy emocionante el Ave María que cantó Miguel Olano, la oración a la Virgen que leyó D. Vicente Robredo y el Himno final.

La fiesta de la Virgen de 2020 fue distinta de otros años, pero con muchos aspectos positivos que nos ayudaron a vivir con profundidad y devoción esta fiesta de nuestra patrona a pesar de todas las dificultades.

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