Contenido del Boletín 73

DOMINGO IV DE CUARESMA

(continuación)

Todo comienza con una crítica que le hace a Jesús en distintas ocasiones (Lc. 5,30; 19.7) los escribas y fariseos: “Ese acoge a los pecadores y come con ellos” (Lc. 15,2). La respuesta, fuera del texto que hoy se nos presenta, es rápida: “Hay en el cielo más alegría por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve que se creen que son justos y piensan que no necesitan convertirse” (Lc. 15,7.10); pero necesita de ejemplos, y hoy se nos ofrece con la parábola del “hijo pródigo”, del “Padre misericordioso” (Lc. 15,11-32),… tiene diferentes encabezados.

Esta parábola nos presenta a tres personajes diferentes de una misma familia, que pueden suscitar en nosotros sensaciones diferentes:

En primer término, un hijo menor (Lc. 15,11-21), el conocido como el “pródigo”, que siempre ha producido en nosotros el sabernos todos pecadores, siempre necesitados del amor misericordioso de Dios Padre, aunque nuestro pecado no sea tan lamentable como el de este personaje.

Un segundo personaje es el padre de familia, presente en todo el pasaje, que hace que brote en nosotros el amor, el cariño, el agradecimiento,… hacia Dios Padre, siempre dispuesto a perdonar hasta olvidar nuestro pecado. El amor y el perdón de Dios hacia nosotros son infinitamente mayores que el de cualquier padre de familia.

Por último, está el hijo mayor (Lc. 15,25-32), que siempre ha estado junto al padre, aunque parece que nunca ha disfrutado de su compañía (Lc. 15,29); según opina, ha sido más esclavo que hijo, a pesar de indicarle el padre “…todo lo mío es tuyo;…” (Lc. 15,31); no quiere reconocer a su hermano, “…ese hijo tuyo…” (Lc. 15,30) y, en lugar de olvidar sus errores (el perfecto perdón es el olvido), los guarda en su memoria (Lc. 15,30),… Su actitud no es buena, sin embargo, el padre ama con la misma intensidad a ambos hijos.

Dios condena el pecado de ambos, jamás al pecador. Si el pecador se arrepiente y pide perdón sinceramente de su pecado, podrá gozar del amor misericordioso de Dios, como tú y yo, que somos pecadores, disfrutamos de él. No condenemos al pecador, reprobemos el pecado. Dejemos a Dios ser Dios y permitamos que tú, yo y todos seamos hijos de Dios. Recordando que todos estamos invitados a participar de esa fiesta (Lc. 15,22-24) que Dios prepara para sus “hijos pródigos”. 

¿Aceptas,… crees,… este modo de actuar de Dios? ¿Vives el perdón con el prójimo del mismo modo que Dios Padre?  

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ACTIVIDADES DE CUARESMA

(continuación)

El viernes 1 de abril a las 20,00 tenemos en nuestra iglesia el Vía Crucis que organiza la Cofradía de Jesús Nazareno y que forma parte de los Vía Crucis que organiza la Hermandad de Cofradías de Logroño en las diversas iglesias de la ciudad. 

El sábado 2 de abril a las 20,00 la Hermandad de Cofradías ha organizado un Auto Sacramental  en nuestra iglesia. Se titula ““Auto de la Cruz” y lo representa el grupo de teatro Ditirambo. Se basa en textos de los siglos XVI y XVIII. Para poder asistir hay que contar con entrada que es gratuita. En la parroquia tenemos algunas para nuestros feligreses.

El domingo 3 de abril la Cofradía de Jesús Nazareno ha organizado un “Ensayo solidario”. Por la mañana a partir de las 11, 30 saldrán de la casa parroquial con las andas, sin la imagen del Nazareno, para realizar por las calles del casco antiguo uno de sus ensayos pero con el objetivo de recoger alimentos destinados a Cruz Roja. Al paso del recorrido se pueden aportar alimentos que se irán cargando sobre las andas. El ensayo terminará sobre las 13,15 en nuestra iglesia. En las misas de 10,30 y de 12,30 se pueden traer alimentos para donar que se dejarán junto a la pila Bautismal

Finalmente el jueves 7 de abril a las 20,15 y también en nuestra iglesia, la Hermandad de Cofradías de la Pasión de Logroño organiza el pregón de Semana Santa que este año estará a cargo de la periodista Conchi Aquesolo.

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CONSAGRACIÓN DE RUSIA Y UCRANIA

AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA

(continuación)

Madre, queremos acogerte ahora en nuestra vida y en nuestra historia. En esta hora la humanidad, agotada y abrumada, está contigo al pie de la cruz. Y necesita encomendarse a ti, consagrarse a Cristo a través de ti.

Por eso, Madre de Dios y nuestra, nosotros solemnemente encomendamos y consagramos a tu Corazón inmaculado nuestras personas, la Iglesia y la humanidad entera, de manera especial Rusia y Ucrania.

Acoge este acto nuestro que realizamos con confianza y amor, haz que cese la guerra, provee al mundo de paz. El “sí” que brotó de tu Corazón abrió las puertas de la historia al Príncipe de la paz; confiamos que, por medio de tu Corazón, la paz llegará.

A ti, pues, te consagramos el futuro de toda la familia humana, las necesidades y las aspiraciones de los pueblos, las angustias y las esperanzas del mundo.

Que a través de ti la divina Misericordia se derrame sobre la tierra, y el dulce latido de la paz vuelva a marcar nuestras jornadas. Mujer del sí, sobre la que descendió el Espíritu Santo, vuelve a traernos la armonía de Dios.

Tú que eres “fuente viva de esperanza”, disipa la sequedad de nuestros corazones. Tú que has tejido la humanidad de Jesús, haz de nosotros constructores de comunión. Tú que has recorrido nuestros caminos, guíanos por sendas de paz. Amén.

 A continuación puede leer el texto completo del “Acto de Consagración al Corazón Inmaculado de María: 

Oh María, Madre de Dios y Madre nuestra, nosotros, en esta hora de tribulación, recurrimos a ti. Tú eres nuestra Madre, nos amas y nos conoces, nada de lo que nos preocupa se te oculta. Madre de misericordia, muchas veces hemos experimentado tu ternura providente, tu presencia que nos devuelve la paz, porque tú siempre nos llevas a Jesús, Príncipe de la paz.

Nosotros hemos perdido la senda de la paz. Hemos olvidado la lección de las tragedias del siglo pasado, el sacrificio de millones de caídos en las guerras mundiales. Hemos desatendido los compromisos asumidos como Comunidad de Naciones y estamos traicionando los sueños de paz de los pueblos y las esperanzas de los jóvenes.

Nos hemos enfermado de avidez, nos hemos encerrado en intereses nacionalistas, nos hemos dejado endurecer por la indiferencia y paralizar por el egoísmo. Hemos preferido ignorar a Dios, convivir con nuestras falsedades, alimentar la agresividad, suprimir vidas y acumular armas, olvidándonos de que somos custodios de nuestro prójimo y de nuestra casa común.

Hemos destrozado con la guerra el jardín de la tierra, hemos herido con el pecado el corazón de nuestro Padre, que nos quiere hermanos y hermanas. Nos hemos vuelto indiferentes a todos y a todo, menos a nosotros mismos. Y con vergüenza decimos: perdónanos, Señor.

En la miseria del pecado, en nuestros cansancios y fragilidades, en el misterio de la iniquidad del mal y de la guerra, tú, Madre Santa, nos recuerdas que Dios no nos abandona, sino que continúa mirándonos con amor, deseoso de perdonarnos y levantarnos de nuevo. Es Él quien te ha entregado a nosotros y ha puesto en tu Corazón inmaculado un refugio para la Iglesia y para la humanidad. Por su bondad divina estás con nosotros, e incluso en las vicisitudes más adversas de la historia nos conduces con ternura.

Por eso recurrimos a ti, llamamos a la puerta de tu Corazón, nosotros, tus hijos queridos que no te cansas jamás de visitar e invitar a la conversión.

En esta hora oscura, ven a socorrernos y consolarnos. Repite a cada uno de nosotros: “¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. Tú sabes cómo desatar los enredos de nuestro corazón y los nudos de nuestro tiempo. Ponemos nuestra confianza en ti. Estamos seguros de que tú, sobre todo en estos momentos de prueba, no desprecias nuestras súplicas y acudes en nuestro auxilio.

Así lo hiciste en Caná de Galilea, cuando apresuraste la hora de la intervención de Jesús e introdujiste su primer signo en el mundo. Cuando la fiesta se había convertido en tristeza le dijiste: «No tienen vino» (Jn 2,3).

Repíteselo otra vez a Dios, oh Madre, porque hoy hemos terminado el vino de la esperanza, se ha desvanecido la alegría, se ha aguado la fraternidad. Hemos perdido la humanidad, hemos estropeado la paz. Nos hemos vuelto capaces de todo tipo de violencia y destrucción. Necesitamos urgentemente tu ayuda materna.

Acoge, oh Madre, nuestra súplica.

Tú, estrella del mar, no nos dejes naufragar en la tormenta de la guerra.

Tú, arca de la nueva alianza, inspira proyectos y caminos de reconciliación.

Tú, “tierra del Cielo”, vuelve a traer la armonía de Dios al mundo.

Extingue el odio, aplaca la venganza, enséñanos a perdonar.

Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la amenaza nuclear.

Reina del Rosario, despierta en nosotros la necesidad de orar y de amar.

Reina de la familia humana, muestra a los pueblos la senda de la fraternidad.

Reina de la paz, obtén para el mundo la paz.  

Que tu llanto, oh Madre, conmueva nuestros corazones endurecidos. Que las lágrimas que has derramado por nosotros hagan florecer este valle que nuestro odio ha secado. Y mientras el ruido de las armas no enmudece, que tu oración nos disponga a la paz.

Que tus manos maternas acaricien a los que sufren y huyen bajo el peso de las bombas. Que tu abrazo materno consuele a los que se ven obligados a dejar sus hogares y su país. Que tu Corazón afligido nos mueva a la compasión, nos impulse a abrir puertas y a hacernos cargo de la humanidad herida y descartada.

Santa Madre de Dios, mientras estabas al pie de la cruz, Jesús, viendo al discípulo junto a ti, te dijo: «Ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26), y así nos encomendó a ti. Después dijo al discípulo, a cada uno de nosotros: «Ahí tienes a tu madre» (v. 27).

 Madre, queremos acogerte ahora en nuestra vida y en nuestra historia. En esta hora la humanidad, agotada y abrumada, está contigo al pie de la cruz. Y necesita encomendarse a ti, consagrarse a Cristo a través de ti.

El pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que te veneran con amor, recurren a ti, mientras tu Corazón palpita por ellos y por todos los pueblos diezmados a causa de la guerra, el hambre, las injusticias y la miseria.

Por eso, Madre de Dios y nuestra, nosotros solemnemente encomendamos y consagramos a tu Corazón inmaculado nuestras personas, la Iglesia y la humanidad entera, de manera especial Rusia y Ucrania.

 Acoge este acto nuestro que realizamos con confianza y amor, haz que cese la guerra, provee al mundo de paz. El “sí” que brotó de tu Corazón abrió las puertas de la historia al Príncipe de la paz; confiamos que, por medio de tu Corazón, la paz llegará.

 A ti, pues, te consagramos el futuro de toda la familia humana, las necesidades y las aspiraciones de los pueblos, las angustias y las esperanzas del mundo.

Que a través de ti la divina Misericordia se derrame sobre la tierra, y el dulce latido de la paz vuelva a marcar nuestras jornadas. Mujer del sí, sobre la que descendió el Espíritu Santo, vuelve a traernos la armonía de Dios.

 Tú que eres “fuente viva de esperanza”, disipa la sequedad de nuestros corazones. Tú que has tejido la humanidad de Jesús, haz de nosotros constructores de comunión. Tú que has recorrido nuestros caminos, guíanos por sendas de paz. Amén.

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