DOMINGO DE CORPUS CHRISTI
(continuación)
Durante las fiestas de la Pascua, Jerusalén se llenaba de peregrinos y los habitantes de la ciudad ofrecían a los venidos de fuera habitaciones, especialmente a familiares y amigos, para celebrar en ellas la cena de la Pascua. A esta costumbre se refiere la primera parte del texto de hoy (Mc. 14,12-16), en la cual encontramos una pregunta, que puede pasar desapercibida y, sin embargo, nos tiene que hacer reflexionar: “El Maestro pregunta: ¿Cuál es la habitación donde voy a comer la Pascua con mis discípulos?” (Mc. 14,14), preguntan los dos discípulos al dueño de la casa. Nosotros podemos preguntarnos: ¿Cuál es el lugar en el que voy a celebrar la Pascua con el Señor? ¿Preparo mi corazón, mi cabeza,… y toda mi persona para encontrarme con Él? ¿Acudo a la Eucaristía siendo consciente de la novedad de este encuentro con el Señor,… o lo hago con la rutina de tantas otras cosas que realizo en el Domingo (el vermouth después de Misa, la siesta dominical, el paseo vespertino tranquilo,…)?
La segunda parte del texto (Mc. 14,22-26), es conocida por todos, pero está llena de matices, que es bueno que meditemos en alguna de ellas:
Durante la cena, el Señor “…tomó pan y, pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio…” (Mc. 14,22): Son las mismas acciones y gestos que el Señor hizo en la multiplicación de los panes y los peces (Mc. 6,41); son las mismas acciones que hará Resucitado ante los discípulos de Emaús y, entonces, ellos lo reconocerán (Lc. 24,30): ¿Siento la presencia del Señor en la comunidad que se reúne en la Eucaristía, en la Palabra que se proclama, en el Cuerpo y la Sangre que nos comparte?
“…diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo” (Mc. 14,22): No, “mi carne”; “…esto es mi cuerpo”. En este caso “cuerpo” es lo mismo que “persona”: El mandato de “comer la persona de Jesús” es lo mismo que entrar en comunión total con Él, Pan partido y compartido: ¿Mi participación en la Eucaristía me lleva a compartir mi fe, mi vida,… con aquellos con los que me encontraré a lo largo de la semana? ¿Mi comunión total con el Pan que se parte y se comparte me lleva a compartir mi vida con los más pobres, los excluidos de la sociedad?
“Después tomó el cáliz,… Y les dijo: Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos” (Mc. 14,24), que recuerda a aquella alianza de “la sangre” con la que se pintó el dintel de las casas, la víspera de la liberación de la esclavitud de Egipto (Ex. 12,7) o la sangre con la que Moisés roció al pueblo, recordándole la antigua alianza (Ex. 24,8). Pero esta “sangre derramada” nos anuncia el sacrificio de la Cruz de Cristo. La Sangre de Cristo es el “sello” de la Nueva Alianza de la salvación de Dios para toda la humanidad.
En el Pan y el Vino de la Eucaristía, en el Cuerpo y la Sangre de Cristo hay algo más que una presencia, es una presencia que “se derrama”, que se entrega por nosotros y que nos pide siempre, a quienes participamos en la Eucaristía, la entrega y “la pérdida” de la propia vida en favor de los demás.
Terminaba el Señor, diciéndonos: “En verdad os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios” (Mc. 14,25): Expresión llena de esperanza. Ese cáliz del sufrimiento que bebieron Jesús y sus discípulos, aquella noche, la víspera de su Pasión, y que beben tantos cristianos a lo largo de su vida, se transformará un día en el vino nuevo del gozo tomado en la Vida Eterna.
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SAN BERNABÉ QUINIENTOS AÑOS DESPUÉS
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Pero a pesar de todo en nuestra parroquia vamos a procurar vivirlo con toda la solemnidad posible como corresponde a la iglesia que tuvo un gran protagonismo en esos hechos históricos que recordamos y que contiene la imagen de la Virgen de la Esperanza a la que rezaban nuestros antepasados con confianza en ese momento de necesidad. Así lo haremos también nosotros este año en estos problemas que estamos padeciendo con motivo de la pandemia.
En la iglesia de Santiago tenemos la imagen de San Bernabé en lo alto del retablo de la Virgen de la Esperanza. Así que podremos celebrar su fiesta con la presencia de las dos imágenes. Tendremos misa normal a las 12. Y por la tarde una Misa especial a las 19,30 con la Virgen de la Esperanza en la que recordaremos la importancia de nuestra iglesia en la historia del sitio de Logroño. A esta celebración se invita a todos los miembros de la Cofradía de la Esperanza y a todos los fieles que quieran acompañarnos hasta completar el aforo máximo de 200 personas. Aunque la fiesta popular esté reducida al mínimo, la fiesta religiosa se celebrará con normalidad, os esperamos.
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DÍA NACIONAL DE CARIDAD
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En este día de la Caridad, la Iglesia también nos recuerda que la Eucaristía sin caridad se convierte en culto vacío. No olvidemos que Jesús mismo nos ha dicho en una página solemne del Evangelio, que lo que hagamos o dejemos de hacer con los necesitados, a Él mismo se lo hacemos (Mt 25).
Acudamos todos a nuestras iglesias en esta fiesta del Corpus Christi, para celebrar que con Jesús siempre nace y renace la vida, y salgamos de la Eucaristía con un corazón más compasivo, con unos ojos más vivos y con los oídos atentos para escuchar el clamor de los pobres y el mandamiento del Señor: “¡Dadles vosotros de comer!” (Mc 6,37).
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HAZ MEMORIA
Catequesis – Anuncio del Evangelio
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En el comienzo, la catequesis ha estado vinculada a la formación para recibir uno de los sacramentos. En principio, de manera especial, para recibir los sacramentos de la iniciación cristiana (bautismo, eucaristía y confirmación). Además, desde hace unos años, existe también preparación para el sacramento del matrimonio, de la confesión y, cuando se da en una celebración comunitaria, también para la unción de los enfermos.
La insistencia en la necesidad de conocer bien la fe que se vive y se celebra, ha ido dando lugar a grupos de formación cristiana y a una catequesis continuada que, menos formal, pero tan eficaz como la sacramental, se realiza en las parroquias y en los grupos de vida de innumerables organizaciones religiosas con el objetivo de dar a conocer la fe, para poder vivirla.
Hace unas semanas, el Papa Francisco ha querido establecer el ministerio laical de catequista, como una necesidad urgente para la evangelización en el mundo contemporáneo. El objetivo es reconocer en la comunidad este servicio y poner la confianza en algunos de los catequistas de las parroquias con el ministerio instituido. Para realizar esta misión, el Papa Francisco ha querido poner en valor la presencia de laicos y laicas que, en virtud del propio bautismo, se sienten llamados a colaborar en el servicio de la catequesis, lo cual puede permitir el encuentro de la Iglesia con las jóvenes generaciones. Al mismo tiempo, en el documento que instituye este ministerio laical, el Papa llama a una exigencia de metodologías e instrumentos creativos que hagan coherente el anuncio del Evangelio con la transformación misionera que la Iglesia ha emprendido.
Si bien este ministerio se puede encontrar ya en el evangelio de Lucas y en las cartas de san Pablo, toda la historia de la Iglesia rezuma el trabajo de los catequistas y reconoce el ejemplo de algunos de ellos que dieron su vida, de manera martirial, en este servicio. El concilio Vaticano II señaló que la tarea del catequista es de suma importancia para el desarrollo de la comunidad cristiana. En su carta apostólica Antiquum Ministerium, el Papa Francisco, sin restar el papel que deben realizar los padres en la formación de los hijos, o el papel del obispos en la vida cristiana de una diócesis, señala que es destacable el papel de los laicos que colaboran en el servicio de la catequesis, y ofrecen “la belleza, la bondad y la verdad de la fe cristiana.
El catequista es testigo de la fe, maestro, mistagogo, compañero y pedagogo. Enseña lo que vive, transmite su propia experiencia, anuncia aquello que ha recibido como don para los demás y se pone al servicio pastoral de la transmisión de la fe desde el primer anuncio hasta la preparación para los sacramentos de la iniciación cristiana, hasta la formación permanente. Para ello, el Papa les invita y al mismo tiempo les exige a realizar su ministerio con la ayuda de “la oración, el estudio y la participación directa en la vida de la comunidad”.
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