Contenido del Boletín 17

34º DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

(Cristo, Rey del Universo)

(Continuación)

¿Te has dado cuenta que el Señor, rodeado de ángeles, sentado en “el trono de su gloria” como juez omnipotente (Mt. 25,31-32),… se transforma, a lo largo de la parábola en esos pobres, desarrapados, sufrientes prójimos nuestros (“…conmigo lo hicisteis”: Mt. 25,40)? Una de las enseñanzas que podemos sacar de esta parábola es que nuestra relación con el Señor no puede separarse de nuestra relación con las personas más necesitadas, más “pequeñas”,… (“…mis hermanos más pequeños,…”: Mt. 25,40).

¿Nuestra fe, nuestro seguimiento de Jesús,… nos lleva a acercarnos a estas personas “insignificantes” de nuestro mundo? Al que llegó en patera a Arguineguín o estuvo buscando trabajo como temporero y algo que comer él y su familia; a quien mendiga a la puerta de la Iglesia o en la esquina de nuestras avenidas; a quien, venciendo la vergüenza, debe guardar cola en los comedores populares;… ¿Los hemos ayudado?

El desentendimiento de estas realidades tiene graves consecuencias: “…id al fuego eterno…” (Mt. 25,41). Pero, cuidado, Jesús nunca quiso suscitar miedo en nosotros ni obligarnos a nadie a comportarnos de un determinado modo por temor. La parábola, eso sí, pretende sacudir nuestra conciencia,… El Señor conoce nuestros corazones y la tendencia a acomodarnos y justificarnos.

No tengamos miedo,… Esas obras de caridad nuestras, que han podido pasar desapercibidas por nosotros mismos, porque siempre nos han parecido insignificantes,… recibirán una respuesta por parte de Jesús, en ese día del Juicio Final: “Gracias”. Y el cumplimiento de la promesa hecha por Él a todos los que nos esforzamos por vivir, con la ayuda de su Espíritu, nuestra fe: “…heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo” (Mt. 25,34).

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