BOLETÍN PARROQUIAL No 10

La parábola que nos ofrece la Palabra de Dios este Domingo la titulan “De los viñadores homicidas”. Con unos personajes bien definidos: Un “propietario de la viña”, que es Dios Padre; una “viña”, que es la tierra de Israel; unos “labradores arrendatarios”, que son las autoridades de Israel, en concreto, “los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo” (Mt. 21,23), que son a los que se dirige la parábola del Señor; unos “criados” que son enviados a recoger los frutos de la viña, que son los profetas y los grandes personajes de la historia bíblica de Israel, que fueron maltratados; y “el hijo” del propietario de la viña, que se identifica nítidamente con Jesús y que habla de su muerte.

Como conclusión de la parábola, una pregunta: “Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿Qué hará con aquellos labradores?” (Mt. 21,40). Y una respuesta, por parte de los sumos sacerdotes y los ancianos”, “Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo” (Mt. 21,41). La respuesta que dan es su propia sentencia.

El pueblo de Israel, en su relación con Dios, no puede reclamar unos derechos por haber sido denominado el pueblo escogido de Dios.

Sin embargo, la parábola tiene una advertencia para todos nosotros: ¿No nos podrá pasar a nosotros, el nuevo Pueblo de Dios, lo mismo que a Israel? ¿Qué frutos de vida cristiana producimos y ofrecemos al Señor?