Contenido del Boletín 64

DOMINGO III ORDINARIO

(Continuación)

El texto que nos presenta hoy la liturgia da un salto histórico, desde el prólogo (Lc. 1,1-4), sobrepasando los sucesos del nacimiento e infancia de Jesús, la actividad en el desierto de Juan el Bautista y el bautismo y las tentaciones de Jesús, hasta hacerlo presente en su vida pública en la sinagoga de Nazaret (Lc. 4,14-21). Se encuentran en la celebración judía de cualquier sábado, que entonces consistía en el canto de un salmo, la recitación conjunta del “Shemá” (Deut. 6,4-9) y de las dieciocho bendiciones, la proclamación de un texto del Pentateuco o de los profetas y un comentario (quien presidía la celebración podía invitar a uno de los que asistían a realizar ambas cosas) y la bendición final. Y Jesús proclama el texto de Is. 61,1-2 (Lc. 4,18-19): “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido”, y así lo contemplábamos hace pocos días con la festividad del bautismo de Jesús (Lc. 3,21-22). “Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor”: Es el programa de vida de Jesús. Todos estos cometidos los podemos sintetizar en uno: Hacer el bien “a manos llenas” de parte de Dios a toda la humanidad, allí donde estén los necesitados, de modo que llegue la ayuda a todos los afectados por el mal en sus diferentes formas. Esto es lo que quiere Dios que realicemos los que decimos que creemos en Él. Y el comentario de Jesús es escueto: “Hoy se ha cumplido esa Escritura que acabáis de oír” (Lc. 4,21): Y según vayamos leyendo el Evangelio, veremos que es cierto el comentario de Jesús. ¿Cuál es mi “programa de vida”? ¿Permito al “Espíritu del Señor”, que recibimos en nuestro Bautismo, que guíe, que aliente,… mi “programa de vida” cristiana? ¿Mi vida, mis obras, mis palabras,… son las de Jesús,… “cumpliendo” con ellas su Evangelio?

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DOMINGO DE LA PALABRA DE DIOS

(Continuación)

Este Domingo de la Palabra se inserta en la semana de oración por la unidad de los cristianos: «Celebrar el Domingo de la Palabra de Dios expresa un valor ecuménico, porque la Sagrada Escritura indica a los que se ponen en actitud de escucha el camino que seguir para llegar a una auténtica y sólida unidad».

El Domingo de la Palabra de Dios nos recuerda «la necesidad de tener familiaridad e intimidad con la Sagrada Escritura y con el Resucitado, que no cesa de partir la Palabra y el pan en la comunidad de los creyentes» Es lo que gráficamente expresa el logotipo creado para este Domingo de la Palabra de Dios: Jesús resucitado camina con nosotros cuando leemos la escritura, como lo hizo con los discípulos de Emaus la tarde de pascua y nos orienta a la evangelización, estrella que alumbra nuestro oscuro mundo.

La Virgen María ocupa un lugar especial: «En el camino de escucha de la Palabra de Dios, nos acompaña la Madre del Señor, reconocida como bienaventurada porque creyó en el cumplimiento de lo que el Señor le había dicho (cf. Lc 1, 45)»

El papa expresa un deseo: «Que el domingo dedicado a la Palabra haga crecer en el pueblo de Dios la familiaridad religiosa y asidua con la Sagrada Escritura, como el autor sagrado lo enseñaba ya en tiempos antiguos: esta Palabra “está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que la cumplas”»

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S. ANTONIO, ABAD

(continuación)

Conocido popularmente como S. Antón. Conocemos su vida por los escritos de S. Atanasio y muchas otras tradiciones posteriores. Nace hacia el año 250 en Egipto. Fallecen sus padres cuando él tenía 18 años y, siguiendo el consejo evangélico, distribuyó sus bienes entre los pobres y se retiró al desierto, para vivir una vida ascética y de oración. Durante su vida de anacoreta fue tentado infinidad de veces por el diablo pero, con la gracia de Dios, pudo vencer las tentaciones. Es el gran amigo de los animales: Cuenta la tradición que fue alimentado siempre por un cuervo, que le traía pan y viandas. La misma tradición cuenta que, en cierta ocasión, una jabalina se acercó al santo pidiéndole ayuda para sus jabatos, pues se habían quedado ciegos, y él los curó. Desde entonces, el animal no se separó de S. Antón y lo defendió de los ataques de las alimañas. Al final de sus días visitó a S. Pablo Ermitaño, de cuya existencia se enteró en sueños. Al tiempo S. Pablo falleció y S. Antón, ayudado de dos leones, le dio sepultura.

Es uno de los Padres del desierto, protector y patrono de los animales, de los tejedores de cestas, de los fabricantes de cepillos, de los carniceros, de los enterradores, de los monjes y eremitas, de los porquerizos y de los afectados de eczema, epilepsia, ergotismo, erisipela, herpes zolster (“fuego de S. Antonio”) y otras enfermedades cutáneas.

Fallece en Tebaida (Egipto), el año 356 a la edad de 105 años.

Su devoción en occidente comienza a darse a partir del S. X, al trasladar sus reliquias, desde Constantinopla hasta Francia, un caballero cruzado. Y su devoción se extiende por Europa, por medio de la Orden Hospitalaria de los “Antonianos” (quienes tuvieron en Nájera un convento).

Se le representa como anciano de largas barbas, con un sayal con capucha, bordón en una mano cuyo mango es una “Tau” o última letra del alefato hebreo, que hace referencia a las realidades del cielo (en ocasiones, la letra hebrea va bordada en el pecho), en otra mano lleva un libro, lleva también bordadas las llamas del fuego y a sus pies una jabalina (que podemos confundir con un cerdo), adornada en ocasiones con una campanilla.

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BIENVENIDA DEL ADMINISTRADOR DIOCESANO AL NUEVO OBISPO

(continuación)

Han sido meses de espera, de espera esperanzada, confiada y orante, en la seguridad de que el amor del Padre, su bondad infinita, nos traerían en el momento más propicio a nuestro nuevo Obispo.

No nos equivocábamos. El Papa Francisco ha tenido a bien nombrarlo a Ud. D. Santos  Obispo de nuestra Iglesia Diocesana para regirla – regir es servir- en el nombre del Padre, cuya providencia creadora Ud. transparenta; en el nombre de Jesucristo, cuya misión de maestro, sacerdote y pastor Ud. continúa; en el nombre del Espíritu Santo, cuya llama reaviva y enardece.

Agradecemos al Padre su amor a nuestra tierra. Y a Ud., D. Santos, su alegre aceptación sin condiciones de esta humilde porción del Pueblo de Dios, a la que  ahora  se entrega como esposo y hermano, como fiel mensajero de la fe y la esperanza, como testigo animoso, insobornable de la justicia y de la caridad.

Qué hermoso ministerio el suyo: ser presencia del Siervo de los Siervos, testigo del Señor resucitado; ser voz de su Palabra, de su amor entrañado y entrañable; pasar haciendo el bien, curando con ternura al oprimido, levantando del polvo al marginado, aliviando al que sufre. Que no hay esclavitud que no redima la gracia del Bautismo, flaqueza que no encuentre fortaleza en el Pan de la Vida, desánimo que no halle impulso nuevo en la misericordia y el perdón.

Qué hermoso ministerio: mostrar la entraña viva, el corazón del Padre, dar la vida por todos, de manera especial por los más pobres, desentrañar lo santo que palpita en todo ser humano.¿No es la mejor manera de enseñar, de regir, santificar?

Cuente, D. Santos, con nuestro más profundo afecto, con nuestra oración y comunión más firme, nuestra fidelidad y colaboración más estrecha. Los cristianos y cristianas de la Rioja, con todos nuestros valores y carismas, celebramos y agradecemos su venida, dispuestos a seguir haciendo  juntos el camino de fe, la ruta de la historia tal como Dios la quiere, cuidando nuestra casa común, saliendo juntos a abrazar a los hermanos más lejanos, evangelizando juntos, y festejando juntos el amor infinito de Dios. ¿Hay sinodalidad más eclesial?

Los Santos Emeterio y Celedonio, Santo Domingo de La Calzada y nuestra Madre y Patrona de La Rioja, la Virgen de Valvanera, que alumbra cada día a Jesús en nuestra tierra, lo bendigan y colmen de su amor y su gracia.

Un abrazo.

Vicente Robredo

Administrador Diocesano

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