MAYO MES DE LA MADRE
(continuación)
Durante este mes podemos cuidar más todo lo que se refiere a la devoción a la Virgen: rezar el Santo Rosario, ofrecerle a la Virgen cada día algún detalle de cariño, saludarle cada día con una jaculatoria, visitar alguna ermita o iglesia dedicada a la Virgen y hacer un rato de oración.
Junto a la imagen de la Virgen de la Esperanza ponemos cada día de este mes una oración de consagración a la Virgen de todos los aspectos de nuestra vida. Puede ser un buen ejercicio rezar cada día esa oración. También al final del rosario haremos una oración especial cada día.
Para ayudar a esa oración durante el mes de mayo tendremos la iglesia abierta desde las 7,30 a las 20,00 cerrando a mediodía sólo de 14,30 a 17,00 horas.
Que procuremos durante este mes tener más presente a la Virgen y acudir a su intercesión para que nos ayude a mejorar nuestra vida cristiana.
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QUINTO DOMINGO DE PASCUA
(continuación)
Yo soy la verdadera vid,…” (Jn. 15,1). La imagen de la vid, de la viña,… tan propia de nuestra cultura mediterránea, recorre nuestra Biblia: Ya aparece en las profecías de Oseas y de Isaías (Os. 10,1; Is. 5,1-7; ambos profetas son del S. VIII a. C.); después aparecerá en las profecías de Jeremías y Ezequiel (Jer. 2,21; 5,10; 6,9; 12,10; Ez. 15,1-8; 17,3-10; 19,10-14); también en el Salm. 80,9-19 y en el Cantar de los Cantares (Cant. 7,13). En estos textos “la viña” era imagen del Pueblo de Israel. En los Evangelios “la viña” es utilizada por Jesús en las parábolas que nos hablan de su Pasión (Mc. 12,1-12 y paralelos). En el caso de la enseñanza de hoy, “la verdadera vid” es Jesús. Nos está diciendo que con Él comienza un nuevo pueblo, el Pueblo de Dios. “…y mi Padre es el labrador” (Jn. 5,1): Quien cuida, protege, a este nuevo pueblo que nace de Jesús, es Dios Padre, lo cual nos debe llenar de confianza.
“…vosotros los sarmientos;…” (Jn. 15,5): Se refiere a sus discípulos, se refiere a nosotros,… Una condición para “ser sarmiento”: “Permanecer” (verbo que aparece siete veces en este párrafo: Jn. 15,4.5.6.7), “estar unido”, a Jesús. “…a todo el que da fruto, lo poda,…” (Jn. 15,2): Sabemos que, aun estando “unidos al Señor” la limitación humana nos puede y caemos con facilidad en el pecado,… Dios Padre nos corrige y nos ayuda a seguir su voluntad (es digna de meditar sobre este tema la lectura de Heb. 12,4-11). “…el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada” (Jn. 15,5): Además de reflexionar sobre el “permanecer” en Jesús, se nos invita a que pensemos qué frutos damos. Cuando Jesús es el centro de nuestra vida, damos frutos; por el contrario, cuando Jesús no es el fundamento de nuestra vida, los frutos languidecen y nuestra vida cristiana se seca, se hace estéril. ¿Cuáles son nuestros frutos? “…amemos… de verdad y con obras”, nos ha dicho S. Juan en la epístola (1 Jn. 3,18). ¿Qué frutos estoy dando como cristiano? ¿Pido al Señor y me esfuerzo por dar más frutos, por ser fértil,…?
“Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizara” (Jn. 15,7): El modo de “permanecer” en el Señor es la oración, es la participación en los sacramentos, es la escucha atenta de su Palabra,… “Escuchar”, que es más que “oír”,… es prestarle atención y vivir según su Palabra, según su voluntad,…:“Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado” (Jn. 15,3). Pídele al Señor que nunca nos separemos de Él, que vivamos según su voluntad,… Esa es la mejor petición de un buen discípulo de Jesús.
“Permaneciendo” en el Señor y “dando buenos frutos y abundantes” es la manera en que damos, como discípulos de Jesús, “gloria a Dios Padre” (Jn. 15,8).
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HAZ MEMORIA
Capítulo 3 – Apoyo a la familia
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Pero no es sólo eso, la familia es también el lugar donde se establecen las primeras relaciones que nos permiten crecer en humanidad. Y suelen ser unas relaciones creadas por vínculos de amor y de afecto. El amor sostiene a la familia unida y le permite crear un tejido que acompaña en los momentos buenos y que sostiene y protege en los momentos de crisis personales, sociales o económicas. En la familia, la persona se asoma a la vida protegido y amado.
Vínculos de amor
Los vínculos de amor entre las personas de una familia son los más fuertes que se pueden establecer. La unión de la familia en el matrimonio genera un vínculo irrompible que mantiene una relación para toda la vida. El amor sostiene en el seno de la familia, la entrega de los cónyuges, la generosidad de los padres, la disponibilidad de los hijos y el cuidado de los ancianos o de los más desfavorecidos.
En estos momentos de crisis sanitaria, social y económica, la familia ha sostenido a muchas personas en el amor y en la compañía y permite que fácilmente puedan reinsertarse en el cauce de la sociedad quienes han quedado al margen como consecuencia de esas luchas. Tantas personas han vuelto a sus familias de origen cuando la dureza de la crisis hacía insostenible la propia vida, el estilo que se había alcanzado, o cuando la soledad, el dolor y la tristeza tomaba posesión de los corazones.
El tesoro de cada persona, así se ha visto en este tiempo especialmente, es la familia en la que uno ha nacido y la familia que ha formado. Los hijos son la mayor y mejor aportación de la familia al bien común de la sociedad, pues cada uno de ellos es signo de plenitud. De amor recibido y compartido. De confianza de Dios en los padres a los que entrega un hijo común para que lo acompañen desde el seno materno hasta el momento en que forme otra familia.
La experiencia del cuidado de los más pequeños y débiles permite a sus miembros vivir generosamente abiertos a la vida, enseña a sostener a los que sufren cerca y ofrece un testimonio del valor de la vida por encima de todo.
Por eso, la familia es la mejor escuela para que los niños aprendan el valor de la vida humana y aprendan a respetar y promover la vida de todos, especialmente la de los más débiles. Cuando los hijos son educados para el amor y la vida se están poniendo los cimientos más sólidos para que florezca de nuevo una cultura de la vida en el que la muerte nunca sea una opción que se ofrece ante cualquier problema.
La Iglesia, familia de familias
En la Iglesia, en cada comunidad que la conforma, existe una familia de familias. Grupos de personas reunidos en torno a Jesús por la fuerza del Espíritu Santo que se relacionan por amor y para el amor. La relación entre los miembros de la Iglesia es similar a la que se vive en el interior del hogar. Es una comunidad de personas relacionadas por amor en el que se transmiten los rasgos propios de la familia: se celebra, se comparte, se enseña, se atienden los unos a los otros, se cuida, se protege.
El Papa Francisco insiste en la necesidad de que la familia y la Iglesia caminen juntas pues ambas dan testimonio de la comunión de amor cuya fuente última es Dios mismo. A partir de su propia experiencia en Nazaret cuando inició su vida pública, Jesús formó a su alrededor una comunidad, una con-vocación de personas: quiso la Iglesia. Y la quiso como una familia hospitalaria, una casa donde todos, sin exclusión, fueran acogidos y amados.
El primer ámbito para testimoniar y enseñar la vida cristiana a los más jóvenes es la propia familia que vive, celebra y anuncia su fe en Jesús. En estrecha relación, la parroquia contribuye al crecimiento en la fe de todos sus miembros, ofrece los cauces de la gracia y un lugar en el que hacer posible el compromiso con los necesitados y los que sufren, dentro o fuera de la parroquia.
La Iglesia anima y está al lado de las familias ayudándolas a descubrir caminos que les permitan superar todas las dificultades, con una mirada esperanzada hacia el futuro y con la mano que sirve, cuida y acoge tendida hacia los que sufren en este tiempo. La familia es realmente hospital de campaña, lugar de acogida, y modelo para la vida de la comunidad cristiana.
Al celebrar en la Iglesia el año “Familia Amoris Laetitia” el empeño debe ser construir familias sostenidas por la alegría del amor, que reflejan en el mundo su contribución al bien común de la sociedad. Una humanidad con familias fuertes sostiene la fortaleza en el presente y la esperanza en el futuro.
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PARROQUIA EN CASA
– UN AÑO DESPUÉS –
(continuación)
Siguiendo con el paralelismo Litúrgico, la cuarta semana de Pascua hace un año, fue una semana en la que casi se tocaba la vuelta a la libertad de hacer algo más parecido a la vida “de antes”.
En esta semana hizo dos años que falleció Don José, y quisimos recordarlo, en estas circunstancias, como un amigo… con este video…
A través de él se constató el gran aprecio que todos le tenían y algunos compartieron sus entrañables recuerdos: (“…Conocí a D. José de muy pequeño, en la Estrella, cuando iba con mi padre, maestro en la escuela. Se compenetraban muy bien, les gustaba a los dos el doble o triple sentido de las palabras….”)
En esta semana se siguieron recibiendo las reflexiones personales, que el tiempo de confinamiento produjo:
Se vislumbraba la posibilidad inmediata de comenzar las celebraciones religiosas presenciales, por ello desde la Diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño se realizaron una serie de medidas de prevención que los fieles debían llevar a cabo por el bien de todos.
Las videoconferencias comenzaban a ser más comunes, las nuevas tecnologías se ponían al servicio de la pastoral parroquial… reuniones virtuales con Alpha, con el Consejo parroquial y en esta semana, hasta La Adoración Nocturna la transmitimos en directo desde la Iglesia de Santiago.
Don Ignacio y Don José Ignacio obtuvieron un resultado negativo en la prueba del Covid-19. Podían oficiar públicamente sin problemas.
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