DOMINGO 3º DEL TIEMPO ORDINARIO
(continuación)
“Se ha cumplido el tiempo…” (Mc. 1,15): El “tiempo” de la salvación, las promesas que Dios había hecho a su pueblo,… se realizan con la entrada de Jesús en nuestra historia. Sería óptimo que, cuando acudas este Domingo a la Eucaristía, cuando a lo largo de la semana estés haciendo los quehaceres del hogar, o trabajando en tu profesión,… cuando estés con tu familia, con tus amistades,… recuerdes, “Se ha cumplido el tiempo…” (Mc. 1,15): Es tiempo de la salvación de Dios,… Abre tu corazón a las acciones de Dios.
“…está cerca el reino de Dios” (Mc. 1,15): Dios está a tu puerta, a la puerta de tu corazón, llamando. Él quiere reinar en tu vida,… y quiere reinar como Padre compasivo y salvador. Todas esas esperanzas, anhelos, deseos,… del género humano, los tiene Dios y quiere entregártelos: La justicia, la bondad, la paz, la fraternidad,… la vida plena junto a Dios. Espera de ti y de mí que seamos dóciles a permitirle que participe de nuestra vida.
“Convertíos…” (Mc. 1,15): Que no es simplemente hacer “penitencia”. En el Evangelio, el término “convertirse”, habla de un cambio de rumbo, de camino,… de mentalidad,… rectificar,… incluso, entrar en el Reino de Dios, participar en él,…; y viene aclarado con la segunda parte del mensaje: “…y creed en el Evangelio” (Mc. 1,15): Adherirse al mensaje de Jesús, confiar en la Buena Noticia que nos viene de Dios. Acción que no es puntual en el tiempo, “convertirse” es un hecho que debemos realizar diariamente. ¿Estamos dispuestos a una verdadera conversión?
Ya para entonces, estaremos escuchando al Señor que nos llama, como a Andrés, Pedro, Santiago y Juan (Mc. 1,16-20).
“…y os haré pescadores del hombres” (Mc. 1,17): Nada de cañas, sedal o anzuelos,… nada de redes,… Aquel que decide “convertirse”, siente que la Buena Noticia del Evangelio debe comunicarla al prójimo, con su palabra, con sus obras,… cada día,…
Aquellos primeros discípulos lo dejaron todo “Inmediatamente…” (Mc. 1,18) para seguir al Señor. ¿Estamos listos para hacerlo?
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CARTA APOSTÓLICA “PATRIS CORDE”, del Papa Francisco (III)
(continuación)
También en la actualidad, ante las dificultades que el Evangelio puede tener para ser difundido por el mundo entero, Dios no nos abandona, aunque a veces parezca que guarda silencio; espera “…que la misma valentía creativa del carpintero de Nazaret,… anteponiendo siempre la confianza en la Providencia”, porque “…Dios siempre encuentra un camino para cumplir su plan de salvación”.
Al final de cada problema, el Evangelio nos dice que S. José, “…se levantó, tomó al Niño y a su madre e hizo lo que Dios le había mandado (Mt.1,24; 2,14-21). De hecho, Jesús y María, su madre, son el tesoro más preciado de nuestra fe”.
Y, sigue diciéndonos el Papa Francisco: “Debemos preguntarnos siempre si estamos protegiendo con todas nuestras fuerzas a Jesús y María, que están misteriosamente confiados a nuestra responsabilidad, a nuestro cuidado, a nuestra custodia”, y añade: “En este sentido, san José no puede dejar de ser el Custodio de la Iglesia, porque la Iglesia es la extensión del Cuerpo de Cristo en la historia, y al mismo tiempo en la maternidad de la Iglesia se manifiesta la maternidad de María. José, a la vez que continúa protegiendo a la Iglesia, sigue amparando al Niño y a su madre, y nosotros también, amando a la Iglesia, continuamos amando al Niño y a su madre”.
Y termina su reflexión enseñándonos: “Este Niño es el que dirá: ‘Les aseguro que siempre que ustedes lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron’ (Mt. 25,40). Así, cada persona necesitada, cada pobre, cada persona que sufre, cada moribundo, cada extranjero, cada prisionero, cada enfermo son ‘el Niño’ que José sigue custodiando”.
6. Padre trabajador:
El Papa Francisco comienza este tema diciéndonos: De S. José, “…Jesús aprendió el valor, la dignidad y la alegría de lo que significa comer el pan que es fruto del propio trabajo”.
En esos momentos en que el desempleo crece en todas las latitudes, debemos pensar que “El trabajo se convierte en participación en la obra misma de la salvación,… El trabajo se convierte en ocasión de realización no sólo para uno mismo, sino sobre todo para ese núcleo original de la sociedad que es la familia. Una familia que carece de trabajo está más expuesta a dificultades, tensiones, fracturas e incluso a la desesperada y desesperante tentación de la disolución. ¿Cómo podríamos hablar de dignidad humana sin comprometernos para que todos y cada uno tengan la posibilidad de un sustento digno?”.
“La persona que trabaja, cualquiera que sea su tarea, colabora con Dios mismo, se convierte un poco en creador del mundo que nos rodea”. Y finaliza este apartado indicándonos que los problemas laborales, especialmente el desempleo, agravado en la actualidad por la pandemia de COVID-19, debe ser una de nuestras “prioridades”, e invoca a S. José para que se solucionen los problemas del paro laboral.
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