BOLETÍN PARROQUIAL No 144
26 de mayo de 2024
DE NUEVO EL TIEMPO ORDINARIO
Tras vivir el día de Pentecostés el pasado domingo, hemos entrado una vez más en el Tiempo ordinario (en este año 2024 ya vivimos seis semanas entre Navidad y Cuaresma).
Ahora, y hasta el 1 de diciembre próximo, seguiremos nuestra vida de Fe sin celebrar algún aspecto específico de la vida de Nuestro Señor Jesucristo… sino que iremos releyendo el Evangelio según San Marcos e iremos celebrando los Sacramentos. Se trata de alimentarnos de Su Palabra y de Su Vida.
Este domingo quiere ser un “homenaje” a la unidad y diversidad de Dios: Siendo diverso (tres personas solemos decir), es Uno. Dios Padre Creador, Dios Hijo Redentor y Dios Espíritu Santo Vivificador. Los tres “conviviendo” juntos… porque el Amor unifica, crea y da vida.
¿Seremos capaces de vivir unificados? Es decir, que lo que pensamos, decimos, vivimos… tengan unidad; porque si no, reinará en nosotros la “hipocresía” o la “doble vida”. Y podrán decirnos: ¡mira ése… lo que dice y lo que hace! En Dios todo es uno.
¿Seremos capaces de vivir en comunión con los demás? ¡Qué fácil es dividirnos, hacer grupos que se opongan, enzarzarnos en buscarnos las cosquillas! Qué si eres de tal o tal equipo, de tal o tal partido político, de tal o tal estilo de vida… ¿Por qué, aunque no pensemos y veamos las cosas de la misma manera… no podemos vivir juntos?
En casa, abuelos, padres, hijos… tratamos de vivir unidos y eso que no somos iguales. Y comemos juntos, y compartimos los años juntos
LA DIGNIDAD, FUNDAMENTO DE LOS DERECHOS Y DE LOS DEBERES HUMANOS
Algunos proponen que es mejor utilizar la expresión “dignidad personal” (y derechos “de la persona”) en lugar de “dignidad humana” (y derechos “del hombre”), porque entienden por persona sólo “un ser capaz de razonar”. Si pensamos así… ¿qué pasaría con el niño no nacido, ni el anciano incapacitado, ni las personas con discapacidad mental?
La Iglesia, por el contrario, insiste en el hecho de que la dignidad de toda persona humana permanece independientemente de lo que pueda comprender o de su actuar libre.
A veces también se abusa del concepto de dignidad humana para justificar una multiplicación arbitraria de nuevos derechos, muchos de los cuales suelen ser contrarios a los definidos originalmente y no pocas veces se ponen en contradicción con el derecho fundamental a la vida. La dignidad se identifica entonces con una libertad aislada e individualista, que pretende imponer como “derechos”, garantizados y financiados por la comunidad, ciertos deseos y preferencias que son subjetivas.
Cada vez más se corre el riesgo de restringir la dignidad humana a la capacidad de decidir discrecionalmente sobre uno mismo y sobre su propio destino, independientemente del de los demás, sin tener en cuenta la pertenencia a la comunidad humana. En esta concepción la libertad no es puesta «al servicio de la persona y de su realización mediante el don de sí misma y la acogida del otro.
Así pues, la dignidad del ser humano incluye también la capacidad, inherente a la propia naturaleza humana, de asumir obligaciones hacia los otros.
En relación a todos los otros seres creados (no personas): “Toda criatura posee su bondad y su perfección propias […] Las distintas criaturas, queridas en su ser propio, reflejan, cada una a su manera, un rayo de la sabiduría y de la bondad infinitas de Dios. Pertenece, de hecho, a la dignidad del hombre el cuidado del ambiente, teniendo en cuenta en particular aquella ecología humana que preserva su misma existencia.
EL EVANGELIO DEL DOMINGO
Hoy, la liturgia nos invita a adorar a la Trinidad Santísima, nuestro Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Un solo Dios en tres Personas, en el nombre del cual hemos sido bautizados. Por la gracia del Bautismo estamos llamados a tener parte en la vida de la Santísima Trinidad aquí abajo, en la oscuridad de la fe, y, después de la muerte, en la vida eterna. Por el Sacramento del Bautismo hemos sido hechos partícipes de la vida divina, llegando a ser hijos del Padre Dios, hermanos en Cristo y templos del Espíritu Santo. En el Bautismo ha comenzado nuestra vida cristiana, recibiendo la vocación a la santidad. El Bautismo nos hace pertenecer a Aquel que es por excelencia el Santo, el «tres veces santo» (cf. Is 6,3).
El don de la santidad recibido en el Bautismo pide la fidelidad a una tarea de conversión evangélica que ha de dirigir siempre toda la vida de los hijos de Dios: «Ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación» (1Tes 4,3). Es un compromiso que afecta a todos los bautizados. «Todos los fieles, de cualquier estado o régimen de vida, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad» (Concilio Vaticano II, Lumen gentium, n. 40).
Si nuestro Bautismo fue una verdadera entrada en la santidad de Dios, no podemos contentarnos con una vida cristiana mediocre, rutinaria y superficial. Estamos llamados a la perfección en el amor, ya que el Bautismo nos ha introducido en la vida y en la intimidad del amor de Dios.
Con profundo agradecimiento por el designio benévolo de nuestro Dios, que nos ha llamado a participar en su vida de amor, adorémosle y alabémosle hoy y siempre. «Bendito sea Dios Padre, y su único Hijo, y el Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia de nosotros» (Antífona de entrada de la misa).
ACTIVIDADES DE LA SEMANA
(Todos los días a las 18,30, Santo Rosario en la Capilla del Cristo)
6ª JORNADA PRO ORANTIBUS
Hoy miramos a las monjas y monjes de clausura. Ellas tienen en sus vidas y en sus corazones al Dios UNO. Si las visitamos, las descubriremos llenas de Alegría y de Paz. Hoy oremos por ellas. ¡Ellas ya oran continuamente por nosotros!