2 de diciembre de 2025
10,00 h.: Acogida y oración.
10,15 h.: Qué pretendemos en la Asamblea Parroquial.
10,45 h.: Respuestas de la encuesta y propuestas recibidas.
11,15 h.: Café
11,45 h.: Debate sobre las propuestas u otras que se planteen.
13,15 h.: Despedida con una oración.
13,30h.: Final de la asamblea
Queremos una iglesia más capaz de alimentar las relaciones: con el Señor, entre los hombres y mujeres, en las familias, en las comunidades, entre todos los cristianos, entre los grupos sociales, entre las religiones, con la creación.
Debemos aprender de nuevo del Evangelio que el cuidado de las relaciones es la forma en que Dios padre se ha revelado en Jesús y en el Espíritu. Hacer nuestras las actitudes de Jesús: Jesús no despide a nadie, sino que se detiene a escuchar y a entablar un diálogo. Nosotros, modelando nuestro corazón según el suyo, salimos al encuentro de cada uno.
Vivir relaciones sanas,
Cultivar la confianza mutua y el perdón,
Dar vida a comunidades acogedoras,
Reconciliarse después de un conflicto,
Ojalá que nuestra parroquia de Santiago el Real, cuide las relaciones con todos y entre todos.
Hoy, el Evangelio evoca el hecho más fundamental del cristiano: la muerte y resurrección de Jesús. Hagamos nuestra, hoy, la plegaria del Buen Ladrón: «Jesús, acuérdate de mí» (Lc 23,42). «La Iglesia no ruega por los santos como ruega por los difuntos, que duermen en el Señor, sino que se encomienda a las oraciones de aquéllos y ruega por éstos», decía san Agustín en un Sermón. Una vez al año, por lo menos, los cristianos nos preguntamos sobre el sentido de nuestra vida y sobre el sentido de nuestra muerte y resurrección. Es el día de la conmemoración de los fieles difuntos, de la que san Agustín nos ha mostrado su distinción respecto a la fiesta de Todos los Santos.
Los sufrimientos de la Humanidad son los mismos que los de la Iglesia y, sin duda, tienen en común que todo sufrimiento humano es de algún modo privación de vida. Por eso, la muerte de un ser querido nos produce un dolor tan indescriptible que ni tan sólo la fe puede aliviarlo. Así, los hombres siempre han querido honrar a los difuntos. La memoria, en efecto, es un modo de hacer que los ausentes estén presentes, de perpetuar su vida. Pero sus mecanismos psicológicos y sociales amortiguan los recuerdos con el tiempo. Y si eso puede humanamente llevar a la angustia, cristianamente, gracias a la resurrección, tenemos paz. La ventaja de creer en ella es que nos permite confiar en que, a pesar del olvido, volveremos a encontrarlos en la otra vida.
Una segunda ventaja de creer es que, al recordar a los difuntos, oramos por ellos. Lo hacemos desde nuestro interior, en la intimidad con Dios, y cada vez que oramos juntos, en la Eucaristía, no estamos solos ante el misterio de la muerte y de la vida, sino que lo compartimos como miembros del Cuerpo de Cristo. Más aún: al ver la cruz, suspendida entre el cielo y la tierra, sabemos que se establece una comunión entre nosotros y nuestros difuntos. Por eso, san Francisco proclamó agradecido: «Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana, la muerte corporal».
Lugares de Reunión
SC=Sala Capitular—SG=Salón Grande –SP=Salón Pequeño
CP=Con el Párroco—IP=Iglesia Parroquial—CO=Comedor Prrqial