11 de mayo de 2025
Este es el nombre elegido por el nuevo Papa de la Iglesia Católica. Lo acogemos con todo el cariño y con nuestra oración, que se repetirá en cada Eucaristía que celebremos.
Su escudo reza así: “En Aquel uno, somos uno”, y está tomado de un sermón de San Agustín de Hipona, hablando del Salmo 127, para explicar que, aunque los cristianos somos muchos, en el único Cristo somos uno.
“Estos cristianos, con su Cabeza, que subió al cielo, son un solo Cristo; no es El uno y nosotros muchos, sino que, siendo nosotros muchos en Aquel uno, somos uno. Luego Cristo es uno, Cabeza y Cuerpo”.
Papa es una palabra que viene del griego y que significa “padre”. Así, el Papa es como un padre para toda la Iglesia. Cuida a todos los cristianos como un padre.
Vive en Roma, y es obispo de Roma, porque allí vivió y sufrió el martirio San Pedro: Jesucristo dijo a Cefas: “tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.
La tarea del Papa es:
Enseñar sobre Cristo
Cuidar a la Iglesia
Orar por nosotros
Ayudar a los obispos
Proteger las enseñanzas de Jesucristo y de la Iglesia (Magisterio)
Escribir cartas importantes
Viajar por todo el mundo para visitar a todos
El Papa cuenta con nuestra oración y sobre todo con la ayuda del Espíritu Santo.
Hoy, la mirada de Jesús sobre los hombres es la mirada del Buen Pastor, que toma bajo su responsabilidad a las ovejas que le son confiadas y se ocupa de cada una de ellas. Entre Él y ellas crea un vínculo, un instinto de conocimiento y de fidelidad: «Escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen» (Jn 10,27). La voz del Buen Pastor es siempre una llamada a seguirlo, a entrar en su círculo magnético de influencia.
Cristo nos ha ganado no solamente con su ejemplo y con su doctrina, sino con el precio de su Sangre. Le hemos costado mucho, y por eso no quiere que nadie de los suyos se pierda. Y, con todo, la evidencia se impone: unos siguen la llamada del Buen Pastor y otros no. El anuncio del Evangelio a unos les produce rabia y a otros alegría. ¿Qué tienen unos que no tengan los otros? San Agustín, ante el misterio abismal de la elección divina, respondía: «Dios no te deja, si tú no le dejas»; no te abandonará, si tu no le abandonas. No des, por tanto, la culpa a Dios, ni a la Iglesia, ni a los otros, porque el problema de tu fidelidad es tuyo. Dios no niega a nadie su gracia, y ésta es nuestra fuerza: agarrarnos fuerte a la gracia de Dios. No es ningún mérito nuestro; simplemente, hemos sido “agraciados”.
La fe entra por el oído, por la audición de la Palabra del Señor, y el peligro más grande que tenemos es la sordera, no oír la voz del Buen Pastor, porque tenemos la cabeza llena de ruidos y de otras voces discordantes, o lo que todavía es más grave, aquello que los Ejercicios de san Ignacio dicen «hacerse el sordo», saber que Dios te llama y no darse por aludido. Aquel que se cierra a la llamada de Dios conscientemente, reiteradamente, pierde la sintonía con Jesús y perderá la alegría de ser cristiano para ir a pastar a otras pasturas que no sacian ni dan la vida eterna. Sin embargo, Él es el único que ha podido decir: «Yo les doy la vida eterna» (Jn 10,28).
15 de mayo
“San Isidro”
Misa y Procesión
¡Se necesitan portadores!