21 de abril de 2025
FELICES PASCUAS
HERMANOS TODOS
NO BUSQUÉIS ENTRE LOS MUERTOS
CRISTO
HA RESUCITADO
FELICIDADES
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El mayor peligro del mundo actual es una tristeza individualista que nace del egoísmo y de la búsqueda vacía de placeres superficiales.
EL CORAZÓN ENCERRADO
Cuando uno se encierra en sí mismo, deja de escuchar a Dios, de ver a los pobres y de experimentar la alegría de amar y hacer el bien.
NO UNA AUSENCIA, SINO UNA PRESENCIA
La fe cristiana no se basa en la ausencia, sino en la presencia viva de Cristo resucitado.
CRISTO EN LO COTIDIANO
Él está con nosotros cada día. Podemos encontrarnos con Él y llenarnos de su luz, su paz y su amor.
LA FUENTE DE LA ALEGRÍA
La verdadera alegría cristiana nace del encuentro con Cristo vivo. Él da sentido a nuestra vida y revela la grandeza de nuestro destino.
TESTIGOS DE ALEGRÍA
Ser cristiano es ser testigo de esa alegría. Hemos visto al Señor, y Él nos envía a compartir su gozo con el mundo.
Hoy «es el día que hizo el Señor», iremos cantando a lo largo de toda la Pascua. Y es que esta expresión del Salmo 117 inunda la celebración de la fe cristiana. El Padre ha resucitado a su Hijo Jesucristo, el Amado, Aquél en quien se complace porque ha amado hasta dar su vida por todos.
Vivamos la Pascua con mucha alegría. Cristo ha resucitado: celebrémoslo llenos de alegría y de amor. Hoy, Jesucristo ha vencido a la muerte, al pecado, a la tristeza… y nos ha abierto las puertas de la nueva vida, la auténtica vida, la que el Espíritu Santo va dándonos por pura gracia. ¡Que nadie esté triste! Cristo es nuestra Paz y nuestro Camino para siempre. Él hoy «manifiesta plenamente el hombre al mismo hombre y le descubre su altísima vocación» (Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes 22).
El gran signo que hoy nos da el Evangelio es que el sepulcro de Jesús está vacío. Ya no tenemos que buscar entre los muertos a Aquel que vive, porque ha resucitado. Y los discípulos, que después le verán Resucitado, es decir, lo experimentarán vivo en un encuentro de fe maravilloso, captan que hay un vacío en el lugar de su sepultura. Sepulcro vacío y apariciones serán las grandes señales para la fe del creyente. El Evangelio dice que «entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó» (Jn 20,8). Supo captar por la fe que aquel vacío y, a la vez, aquella sábana de amortajar y aquel sudario bien doblados eran pequeñas señales del paso de Dios, de la nueva vida. El amor sabe captar aquello que otros no captan, y tiene suficiente con pequeños signos. El «discípulo a quien Jesús quería» (Jn 20,2) se guiaba por el amor que había recibido de Cristo.
“Ver y creer” de los discípulos que han de ser también los nuestros. Renovemos nuestra fe pascual. Que Cristo sea en todo nuestro Señor. Dejemos que su Vida vivifique a la nuestra y renovemos la gracia del bautismo que hemos recibido. Hagámonos apóstoles y discípulos suyos. Guiémonos por el amor y anunciemos a todo el mundo la felicidad de creer en Jesucristo. Seamos testigos esperanzados de su Resurrección.