16 de marzo de 2025
OS INVITAMOS A TODOS A LA
JORNADA POR LA VIDA
22 de marzo de 2025
ESPOLÓN, LOGROÑO
Debemos acompañar, estar al lado de las personas siempre y especialmente en
diversos momentos de la vida:
Al inicio de la vida. Debemos proteger al embrión o al feto en el seno de su madre.
Junto a los refugiados y los inmigrantes que llegan a nuestras fronteras.
Junto a las personas que sufren enfermedad mental.
No nos debemos olvidar de los ancianos.
El final de la vida. La fragilidad de la vida humana es más evidente.
Juntos: Ayúdame, te necesito. Nunca solos.
En Esperanza: Otro mundo es posible, el cielo es alcanzable
BUSCAMOS SEMBRADORES DE FE
La vocación, como una llamada que exige una respuesta, confía en el Amigo que nunca nos falla. En la oficina, en la familia, en el apostolado, en el servicio, se trata de llevar a Dios allí donde Él nos envía, esa es nuestra vocación.
Con la pregunta ‘¿para quién soy?’, nos introducimos en el misterio de Dios y de su proyecto sobre nosotros. No tengamos miedo y abandonémosnos en la voluntad divina, el Espíritu nos sorprenderá a cada paso, haciéndonos bajar del tren de la vida, para reducir las distancias que nos separan de Dios y del hermano, para cambiar nuestros rumbos y encontrar a Jesús en el abrazo de aquel al que somos enviados».
Todas las vocaciones son una llamada común a la santidad y a plasmar todos juntos la misión de llevar a Dios, sabiendo que perderse a Jesús es perderse lo mejor de la vida.
Pidamos en este domingo para que surjan jóvenes que se deciden a seguir a Jesucristo con la bella vocación de ser sacerdotes, pastores del Pueblo de Dios.
A Santa María de las Vocaciones, pedimos una nueva primavera, donde estalle el gozo de seguir a Cristo en el sacerdocio, en la vida consagrada o en el matrimonio, viviendo una vida laical en las entrañas del mundo y siempre sirviendo a los pobres.
Hoy, segundo domingo de Cuaresma, la liturgia de la palabra nos trae invariablemente el episodio evangélico de la Transfiguración del Señor. Este año con los matices propios de san Lucas.
El tercer evangelista es quien subraya más intensamente a Jesús orante, el Hijo que está permanentemente unido al Padre a través de la oración personal, a veces íntima, escondida, a veces en presencia de sus discípulos, llena de la alegría del Espíritu Santo.
Fijémonos, pues, que Lucas es el único de los sinópticos que comienza la narración de este relato así: «Jesús (…) subió al monte a orar» (Lc 9,28), y, por tanto, también es el que especifica que la transfiguración del Maestro se produjo «mientras oraba» (Lc 9,29). No es éste un hecho secundario.
La oración es presentada como el contexto idóneo, natural, para la visión de la gloria de Cristo: cuando Pedro, Juan y Santiago se despertaron, «vieron su gloria» (Lc 9,32). Pero no solamente la de Él, sino también la gloria que ya Dios manifestó en la Ley y los Profetas; éstos —dice el evangelista— «aparecían en gloria» (Lc 9,31). Efectivamente, también ellos encuentran el propio esplendor cuando el Hijo habla al Padre en el amor del Espíritu. Así, en el corazón de la Trinidad, la Pascua de Jesús, «su partida, que iba a cumplir en Jerusalén» (Lc 9,31) es el signo que manifiesta el designio de Dios desde siempre, llevado a término en el seno de la historia de Israel, hasta el cumplimiento definitivo, en la plenitud de los tiempos, en la muerte y la resurrección de Jesús, el Hijo encarnado.
Nos viene bien recordar, en esta Cuaresma y siempre, que solamente si dejamos aflorar el Espíritu de piedad en nuestra vida, estableciendo con el Señor una relación familiar, inseparable, podremos gozar de la contemplación de su gloria. Es urgente dejarnos impresionar por la visión del rostro del Transfigurado. A nuestra vivencia cristiana quizá le sobran palabras y le falta estupor, aquel que hizo de Pedro y de sus compañeros testigos auténticos de Cristo viviente.