Santiago el Real

BOLETÍN PARROQUIAL No 143

LA ASCENSION DEL SEÑOR

Todos buscamos crecer, progresar, y superarnos. Pretendemos ir madurando poco a poco y en no pocas ocasiones esperamos alcanzar la plenitud. Es como la semilla que crece; es como el camino de Santiago en el que se van atravesando etapas; es como la meta que se espera.

Pero, el ser humano, sin embargo, nunca llega a alcanzar la madurez que persigue. Aceptémoslo: la vida es un proyecto que vamos perfilando… pero que nunca se acaba.

Sin embargo, qué importante es tener presente la meta, la promesa, aquello que queremos alcanzar. ¿Qué esperas alcanzar?

Que no se nos olvide que, si “queremos alcanzar algo”, tenemos que trabajar para llegar a ello: es un quehacer diario. No estamos diseñados por Dios desde ya, aunque estemos siempre en sus manos. El no nos obliga a hacer un recorrido concreto, aunque optemos por lo que optemos, Él seguirá pendiente de nosotros. ¡Tanto es su Amor!

La Ascensión que celebramos hoy, tiene mucho de “subir” -¡cuánto nos cuesta a veces ascender!-; tiene mucho de “seguir al guía” -¡cuántas veces le dejamos para irnos a otros derroteros!-; tiene mucho de “contemplar desde la cima otras cimas” -¡cuántas veces no vemos más allá de dos palmos”!-; y tiene mucho de “volver a bajar” -¡cuántas veces nos quedamos mirando al cielo esperando a… no sé qué!-

¡Venga!, ¡va!, ¡id y haced discípulos!

LA BIBLIA Y LA DIGNIDAD DE TODO SER HUMANO

La Revelación bíblica enseña que todos los seres humanos poseen una dignidad intrínseca porque han sido creados a imagen y semejanza de Dios: «Dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” […] Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó» (Gen 1, 26-27).

Ser creados a imagen de Dios significa, por tanto, que poseemos un valor sagrado en nuestro interior que trasciende toda distinción sexual, social, política, cultural y religiosa. Nuestra dignidad nos es dada, no es pretendida ni merecida. Todo ser humano es amado y querido por Dios por sí mismo y, por tanto, es inviolable en su dignidad.

Dios es quien escucha el clamor de los pobres; del huérfano, de la viuda y del extranjero. Y quien cree en Dios debe defender a los débiles y necesitados: «proteged al desvalido y al huérfano, haced justicia al humilde y al necesitado, defended al pobre y al indigente, sacándolos de las manos del culpable» (Sal 82, 3-4).

Jesús nació y creció en condiciones humildes y reveló la dignidad de los necesitados; devolvió la dignidad a los “descartados” o a los considerados al margen de la sociedad: los recaudadores de impuestos, las mujeres, los niños, los leprosos, los enfermos, los extranjeros, las viudas. Él sana, alimenta, defiende, libera, salva.

Cristo glorioso juzgará en función del amor al prójimo, y todo cristiano debe comportarse según las exigencias de la dignidad y el respeto de los derechos de todos los seres humanos (Romanos 13,8-10), según el mandamiento nuevo de la caridad.

EL EVANGELIO DEL DOMINGO

Hoy en esta solemnidad, se nos ofrece una palabra de salvación como nunca la hayamos podido imaginar. El Señor Jesús no solamente ha resucitado, venciendo a la muerte y al pecado, sino que, además, ¡ha sido llevado a la gloria de Dios! Por esto, el camino de retorno al Padre, aquel camino que habíamos perdido y que se nos abría en el misterio de Navidad, ha quedado irrevocablemente ofrecido en el día de hoy, después que Cristo se haya dado totalmente al Padre en la Cruz.

¿Ofrecido? Ofrecido, sí. Porque el Señor Jesucristo, antes de ser llevado al cielo, ha enviado a sus discípulos amados, los Apóstoles, a invitar a todos los hombres a creer en Él, para poder llegar allá donde Él está. «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará» (Mc 16,15-16).

Esta salvación que se nos da consiste, finalmente, en vivir la vida misma de Dios, como nos dice el Evangelio según san Juan: «Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo» (Jn 17,3).

Pero aquello que se da por amor ha de ser aceptado en el amor para poder ser recibido como don. Jesucristo, pues, a quien no hemos visto, quiere que le ofrezcamos nuestro amor a través de nuestra fe, que recibimos escuchando la palabra de sus ministros, a quienes sí podemos ver y sentir. «Nosotros creemos en aquel que no hemos visto. Lo han anunciado aquellos que le han visto. (…) Quien ha prometido es fiel y no engaña: no faltes en tu confianza, sino espera en su promesa. (…) ¡Conserva la fe!» (San Agustín). Si la fe es una oferta de amor a Jesucristo, conservarla y hacerla crecer hace que aumente en nosotros la caridad.

¡Ofrezcamos, pues, al Señor nuestra fe!

ACTIVIDADES DE LA SEMANA

(Todos los días a las 18,30, Santo Rosario en la Capilla del Cristo)

 

SAN ISIDRO

El día 15 celebramos la fiesta de San Isidro, patrón de los labradores. Despiés de la misa de las 12,00 se hará la procesión y bendición de los campos. Junto con la imagen de San Isidro, participará la imagen de la Virgen de la Esperanza.

Coronación Canónica de la Virgen de la Esperanza

El día 19 a las 19,00, la Eucaristía será presidida por nuestro obispo para clausurar el 75 Aniversario de la Coronación Canónica de la Virgen de la Esperanza como patrona de la ciudad de Logroño.