El evangelista ya nos lo advierte al comienzo de la escena: “…un doctor de la ley le preguntó para ponerlo a prueba:…” (Mt. 22,35); es un debate entre “maestros de la ley”. “Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?” (Mt. 22,36): La intención de aquellos fariseos es hacer ver que Jesús nos sabe interpretar la ley de Moisés y que, por tanto, no es una persona digna de crédito, sus enseñanzas no merecen la pena,… No es una pregunta especial,… Aquel Decálogo que recibió Moisés en el Sinaí, en el correr de los tiempos se había convertido en 613 mandamientos (248 preceptos y 365 prohibiciones) y, aunque se diferenciaban entre mandatos pequeños y graves, todos eran considerados del mismo nivel de exigencia.
La respuesta de Jesús no es novedosa: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente” (Mt. 22,37): La expresión está tomada de Deut. 6,5 y es una de las oraciones judías más importante, que se recita a diario: ¿Quién o qué ocupa tu corazón, tu alma, tu mente,…? Ya, el otro mandamiento que señala Jesús, tiene su novedad: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt. 22,39): La cita de este mandamiento está tomada de Lev. 19,18. En la religión y cultura judía el “prójimo” era otro israelita, incluso, siempre y cuando el “prójimo” fuera un fiel judío y no un pecador público. Sin embargo, para Jesús el “prójimo” es la otra persona sin distinción de raza, clase social, religión,… incluso, el enemigo, el que no me cae bien, el que me ha hecho mal,… ¿Quién es mi prójimo? ¿A quién elijo como prójimo? ¿Me aproximo al prójimo (al familiar, al vecino, al amigo,… al que no me cae bien, o a quien sabemos que está molesto con nosotros,… incluso, al migrante, al que es de otra religión, otra cultura,…) con “el corazón abierto”? ¿Tengo temor, o me molesta, o desconfío,… si se acerque a mí? Pero lo más novedoso de la respuesta de Jesús es que ha puesto los dos mandamientos a la misma altura, los ha igualado, tienen el mismo valor, se fusionan: “El segundo es semejante a él:…” (Mt. 22,38): No podemos decir que amamos a Dios si no amamos al “prójimo”.
Tengo la sensación que Jesús con su enseñanza nos está diciendo que lo importante no es saber cuál es el mandamiento más importante, sino el buscar el origen de todos los mandamientos. Y propone la clave del amor a Dios y al prójimo. Todas las enseñanzas de “la ley y los profetas” pueden deducirse de esta respuesta (Mt. 22,40).