Al Señor se le va a hacer una pregunta trampa, aunque todo comienza con una alabanza hacia Él, para atraer su atención: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad, sin que te importe nadie, porque no te fijas en apariencias” (Mt. 22,16), para seguir con la pregunta: “Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?” (Mt. 22,17): En la Biblia no aparece ninguna norma que prohíba al fiel judío pagar impuestos a un poder invasor, sí la hay sobre el pagar el tributo al Templo.
Si Jesús responde que se pague el impuesto al Cesar será acusado de colaboracionista, si lo niega, será acusado de sedición. Jesús pide un denario (Mt. 22,19), la moneda romana de entonces; esta tenía acuñada la imagen del Cesar y una inscripción: En el anverso: “César Tiberio, hijo del divino Augusto, digno de veneración”, y en el reverso: “Pontífice máximo”. Jesús con su respuesta, niega toda teología a la moneda y otorga a Dios el único señorío: “…dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt. 22,21): Comentaba Tertuliano, sobre esta expresión: “Significa dar al César la imagen del César que lleva la moneda y a Dios la imagen de Dios que está en el ser humano; da, pues, al César la moneda y a Dios a ti mismo”.
Podríamos preguntarnos sobre la relación de lo político-social con lo religioso: Los cristianos debemos ser al mismo tiempo buenos ciudadanos y buenos cristianos. Únicamente cuando nos encontramos que hay una clara oposición entre lo que quiera imponer la autoridad política y lo que nos pide la autoridad religiosa, habrá que actuar en conciencia, sabiendo que hay que obedecer a Dios antes que a los hombres, como nos enseñarán los Apóstoles en otro momento (Hech. 5,29). Podríamos preguntarnos qué es lo que más valor tiene para cada uno de nosotros, si lo que valora el “Cesar”, el poder político, la riqueza material… o lo que valora Dios, la vida de cada uno de nosotros… una vida digna para todos los seres humanos,…