El texto de hoy (Jn. 14,15-21) queda acotado por un gran paréntesis que nos dice que quien ama a Jesús cumple sus mandamientos (Jn. 14,15.21). Y así vivimos nosotros en nuestra relación cotidiana con las personas que amamos, siempre queriendo dejarlas satisfechas por nuestras obras. ¿Nuestro comportamiento está conforme a los mandamientos de Jesús (Jn. 13,34)? Y, en este paréntesis nos habla del Espíritu Santo (Jn. 14,16-17) y de su futura existencia, viviendo la Vida de Dios Padre (Jn. 14,19-20). Y, en medio de estos hechos, la gran promesa de Jesús: “No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros” (Jn. 14,18).
El Espíritu Santo es presentado como el “Paráclito” (Jn. 14,16), el “Defensor”, el “ayudador”,… el que nos defiende de quien roba la vida, quien nos protege de la muerte eterna,… ¡¡Cuánta necesidad tenemos de este Espíritu “Defensor” y qué poco pedimos que nos asista!! Y es “…el Espíritu de la verdad” (Jn. 14,17), que nos ayuda a ser verdaderos, a ser auténticos,… transparentando lo que de verdad nos caracteriza: El amor, el buscar el bien para todos,… ¿Somos personas que vivimos desde la Verdad y con Verdad? ¿Puedo resumir mi vida, mis relaciones con el prójimo, sea quien sea,… con la expresión “vivir amando”?
Vivir la Vida de Dios Padre debe ser la gran aspiración de todo cristiano: “Entonces sabréis que yo estoy en el Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros” (Jn. 14,20): ¿Creo en la Vida Eterna? ¿Siento la presencia de Jesús en mi vida diaria? ¿Comunico esta presencia de Jesús en mi vida a quienes me rodean? ¿Alimento mi vida terrena con la oración, con la práctica sacramental,… como preparación a la Vida Eterna?
Que el Espíritu de Dios, que recordaremos su recepción finalizando la Pascua, con la fiesta de Pentecostés,… nos ayude a vivir como fieles discípulos de Jesús.