“El que no entra por la puerta del aprisco, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas” (Jn. 10,1): Quien entra por la puerta es el verdadero pastor (Jn. 10,2); por eso, el rebaño se fía de él; los ladrones, los bandidos,… saltarán tapias, horadarán paredes,… pero el rebaño no se acercará a ellos.
“…y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas…” (Jn. 10,3): El nuestro no es un Dios lejano, nos conoce por nuestro nombre, porque nos ama,… ¿Atendemos a su llamada personal?
Y “…camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen,…” (Jn. 10,4): Las guía, la orienta,… Es más, “camina a su lado”, las defiende, da su vida por el rebaño, las acompaña,… Incluso, “camina tras ellas”, porque sabe que a algunas les cuesta avanzar, el camino es duro,… o se pueden despistar con miles de cosas durante el camino y perderse,… ¿Siento en mi caminar por este mundo la compañía fraterna de Jesús?
En un segundo momento de la enseñanza, Jesús nos dice: “Yo soy la puerta de las ovejas” (Jn. 10,7): En esta vida podemos encontrarnos con muchas “puertas”, demasiadas,… pero una sola nos lleva a la salvación eterna, Jesús, por eso, es “…la puerta…”.
“Quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos” (Jn. 10,9): Jesús, al amarnos, nos da libertad, no nos fuerza a “entrar” y permanecer dentro pero, quien entra, “…se salvará… y encontrará pastos”. Quien no entre se encontrará con “el ladrón, que roba, mata y hace estragos”: Tendremos que ser tú y yo quienes nos decidamos a entre por la puerta del aprisco, sabiendo que allí encontraremos “…vida abundante” (Jn. 10,10), satisfacción por sentirse amado por Dios, aquí en la tierra, y vida eterna en el cielo.