Aquel prometedor liberador de Israel había terminado sus días siendo juzgado y condenado por las autoridades judías (Lc. 24,20-21),… Les asustaba el fracaso de Jesús, pues era el fracaso del futuro esperanzador del pueblo. Valoraban su condición de profeta, sus enseñanzas, sus obras,… Sin embargo, todo lo sucedido los envolvía en la confusión.
Y el Señor se hizo el encontradizo, se juntó a ellos durante el camino (Lc. 24,15),… Y, si ellos manifestaban su decaimiento y su confusión (Lc. 24,18-24), Jesús Resucitado, con su eterna paciencia, comenzó a instruirles: “…les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras” (Lc. 24,27).
No sabemos qué es lo que entendieron de las enseñanzas de Jesús, pero sí habían aprendido del mismo Jesús a ser acogedores, a ayudar a quien se siente solo y desvalido,… “Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída” (Lc. 24,29): Estoy seguro que Jesús se sentiría satisfecho, ya que, sin saber a quién se lo hacían (Lc. 24,16), le invitaban a no quedarse indefenso,…
Fue entonces cuando lo reconocieron, al partir y repartir el pan (Lc. 24,30-31). Y reaccionan regresando a Jerusalén a contar al resto de discípulos qué les había sucedido (Lc. 24,33-35):
¿Siento el amor de Dios presente en mi vida, en el amor que doy al prójimo y en el amor que me ofrecen otros?
¿Reconozco a Jesús Resucitado en el sacramento de la Eucaristía?
¿Lo reconozco en la actividad caritativa que la Iglesia realiza por medio de Cáritas y de otras tareas eclesiales?
Aquello que vivo en la Eucaristía, el encuentro con Cristo, que se parte y se comparte para todos, ¿lo anuncio, lo vivo, después a lo largo de la semana?